El Destornillador

Hola.
Soy yo, el destornillador.
El héroe olvidado de cada arreglo casero.
El que vive girando y girando mientras todos me gritan:
—¡Dale, apretá más fuerte!
Y yo pienso:
“¿Querés que apriete el tornillo o tu paciencia?” 😤

Vivo en una caja de herramientas que parece más una cárcel.
El martillo ronca, la llave inglesa se cree influencer, y la pinza…
ay, la pinza…
¡no para de hablar de clavos!
Yo solo quiero paz y un poco de WD-40 para relajar las articulaciones.

Pero no, siempre me tocan los trabajos más raros.
El otro día mi dueño me usó para abrir una lata de duraznos.
¿Una lata, loco? ¡Soy un destornillador, no un abrelatas frustrado!
Encima, cuando saltó el jugo, terminé todo pegoteado.
O sea… ¡me dejaron con el mango caramelizado! 🍑😂

Después quiso arreglar el ventilador.
Y ahí sí… casi me convierto en hélice.
Giro, giro, giro, ZUUUMMM,
salí volando, reboté en la pared y me clavé en el sofá.
El gato me miraba con cara de “este tipo no está bien de la rosca”. 🐱

A veces me agarra la locura y empiezo a filosofar.
Me miro en el reflejo del metal y pienso:

 ¿Y si en realidad no soy un destornillador, sino un filósofo giratorio?
Después me acuerdo que tengo la punta llena de polvo y se me pasa.

Pero ojo, que tengo mis momentos de gloria.
Una vez arreglé una silla que chirriaba.
La familia me aplaudió.
Bueno, en realidad aplaudieron porque dejaron de caerse,
pero igual conté el aplauso como mío 😎.

Lo peor fue cuando me invitaron a una entrevista en una ferretería.
Me preguntaron:
—¿Cuál es tu secreto para nunca rendirte?
Y yo contesté:
—Simple: cuando la vida me afloja, yo giro más fuerte. 💪

Todos gritaron “¡Grande, destornillador!”
y me dieron una medalla…
de arandela. 🙄

Por las noches me gusta mirar las estrellas y pensar:
—Ellas giran, los planetas giran, las galaxias giran…
Y yo también.
La diferencia es que ellas lo hacen con elegancia,
yo con olor a grasa. 🌌

Pero no me quejo.
Porque aunque esté medio loco, medio oxidado y totalmente girado,
sé que tengo un propósito:
hacer que todo encaje, aunque esté medio flojo.

Así que si algún día escuchás un “clic” y una risa rara en tu caja de herramientas...
soy yo, el destornillador.
El loco que gira sin parar,
el filósofo del tornillo,
el poeta del apretón,
y el único que puede decir con orgullo: 

“No tengo todos los tornillos,

pero al menos sé cómo usarlos.”