A quien le importa.

“Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena; pero nuestro deber
es edificar como si fuera piedra.”
— J.L.B.

No importa la hora en que la última piedra fue colocada en la cima de Gizeh. Ese
instante, como todos los instantes, se ha perdido. Importa, sí, que la pirámide persiste, que
su geometría aún hiere la línea del horizonte y contradice al tiempo.

No importa cuándo Halicarnaso conoció la muerte de Mausolo. Importa que
Artemisa lloró, y que su llanto se hizo mármol y memoria. Desde entonces, toda estatua
guarda el eco de un amor perdido.

No importa el momento exacto en que Moisés dividió las aguas. Importa que el mar
obedeció un mandato y que el hombre, por un instante, creyó en la justicia del cielo.

No importa la hora en que los reyes del Oriente trazaron la muralla. Importa que
todavía se extiende, interminable, como la sombra de un pensamiento que quiso contener el
viento.

Tampoco importa el tiempo que demora el abrazo de una madre. Importa que ni la
muerte ha podido desatarlo.

Quizás eso sea todo: que el hombre olvida las horas, y que en el olvido funda su
eternidad.

Nota del autor
Este texto se escribió pensando en la vana curiosidad de los cronistas, que buscan fechas en
los actos inmortales. El tiempo, que todo destruye, también es quien conserva: sólo lo que
ha sido olvidado perdura.