El susurro del más allá

En esta tierra de soles y de flores,

donde la vida y la muerte son amores,

cada dos de noviembre, el alma canta,

México celebra, la muerte no espanta.

Calaveras ríen, de colores vestidas,

altares se alzan, con ofrendas queridas,

mole, pan de muerto, frutos y mezcal,

para que vuelvan los que están más allá.

No hay llanto, solo dulce remembranza,

de aquellos que en el pecho tienen casa,

porque en cada suspiro, en cada son,

los ausentes viven, eterna unión.

La Catrina, coqueta, guía el festín,

mientras el cempasúchil traza el confín,

entre el mundo nuestro y la eternidad,

una fiesta de amor, que es pura verdad.

Así es mi México, valiente y singular,

que a la muerte mira, sin miedo a llorar,

porque sabe que el amor no tiene fin,

y los que partieron, siempre están aquí, en el jardín."En el altar, las velas danzan con el viento,

guiando a las almas de vuelta a su hogar.

El cempasúchil despliega su manto dorado,

mientras el incienso eleva nuestras plegarias.

No hay tristeza, solo un dulce recuerdo,

de risas compartidas y abrazos cálidos.

El pan de muerto endulza la espera,

y el mole negro nutre el alma que regresa.

En cada ofrenda, un latido de amor,

en cada flor, un susurro eterno.

No es un adiós, sino un hasta pronto,

un lazo invisible que une la vida y la muerte.

Y en la noche estrellada, bajo la luna llena,

escuchamos sus voces en el viento suave.

Son nuestros ancestros, nuestros guías,

que velan por nosotros desde el más allá."