¡NO ME VENGAS CON ESO!
Wcelogan
¡No me vengas con eso!
No me vengas con tus sermones a la carta,
ni con tus promesas de calma.
No me digas que ponga de mi parte,
cuando mi alma ya es un incendio que no sabe apagar,
cuando mis huesos crujen ante consejos que nadie pidió.
¿De cuál parte querés que saque fuerza?
¿De la que sangra en silencio,
de la que se hace polvo
y aun así insiste en caminar?
¡No me hables de optimismo!
¡No me hables de consuelo!
No quiero tu panacea de palabras
que huelen a biblioteca agujereada,
a aire rancio, a memorias de escudero,
a promesas que se evaporan como humo en tormenta.
¿Querés hurgar en mis miedos?
¿Mirar mis cicatrices como si fueran trofeos?
¡No me toques, carajo!
No vengas a profanar el altar de mi caos,
donde se pudren los sueños que otros llaman “futuro brillante”,
donde yo alimento a mis demonios
con el pellejo de tus ilusiones rotas.
¡No me vengas con eso!
Porque no entrego nada que no sea veneno puro,
porque no hay fragmento de mí
que no muerda la mano que intenta curar,
ni rincón de mi infierno
que se rinda a tu falsa paz.
¿Querés que me abra como un libro quemado?
Pues te arrojaré mis páginas en llamas, mis versos que cortan,
mis noches eternas donde el frío es rey
y la muerte, una amante fiel;
mi carne que se deshace
en retortijones de gritos no pronunciados.
¿Eso anhelás?
¡Trágatelo entero, si tu estómago lo resiste!
Pero no esperes gratitud, ni mueca de alivio.
No busco redención,
no busco testigos,
no busco salvación.
Mi aislamiento es un reino inexpugnable,
mi locura, un trono de espinas que me corona,
donde solo accede quien se quema vivo en su propia nada,
donde el abismo me susurra secretos que vos nunca oirás.
¡No me vengas con eso!
No me vengas con tu serenidad de cartón,
ni con tu lógica que apesta a cadena,
ni con tu fórmula para “sobrevivir”,
como si mis huesos no estuvieran ya hechos trizas.
Déjame solo con mi vértigo,
con mis palabras que devoran el aire,
con mis palmas sangrantes que arañan el vacío
en busca de un dios ausente.
Déjame con la nada que me envuelve como sudario
y me hace invencible;
con mi sombra que cae como fardo sobre mi pecho
y pesa más que todos los sermones que no pedí.
Y si insistís en que ponga de mi parte…
¡Que lo haga el cosmos entero, con sus estrellas muertas!
Yo ya entregué el universo:
mi agonía, mi náusea, mi furia ciega,
mi pasión estéril por un mundo que me escupe en la cara,
mi espectro clavado en mi garganta como daga eterna.
No me vengas con eso.
No me vengas con tus códigos de conducta,
con tus brújulas de virtud y decoro,
con tus pociones para “ser entero”.
Yo soy entero en mi fractura,
soberano en mi destierro,
dueño de mi alma:
aunque pese como conciencia,
como fuego,
como todo lo que no puedo cargar.
Déjame,
déjame hundirme en el abismo,
al mismísimo infierno,
a la mierda del mundo,
al averno completo si eso te place...
Pero déjame hundirme,
y trágate tus sermones,
y contemplá cómo me disuelvo en mi propia tempestad,
y oí cómo arrastro mi ira como un trueno eterno,
y permití que me desvanezca,
porque nadie encadena lo que ya es libre.
Y todavía me pedís fe…
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Autor:
Wii (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 31 de octubre de 2025 a las 00:03
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais

Offline)
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