Vi reír al infame sobre el noble caído,
y en su risa infernal se quebró mi ilusión,
la justicia dormía, el mal era erguido,
y el cielo se volvió un manto de traición.
Las vírgenes lloraban su virtud mancillada,
los sabios mendigaban pan al burlador,
y yo, con la conciencia por dentro desgarrada,
sentí morir mi fe con mi último ardor.
El sol ya no consuela, su luz es una herida,
la aurora se derrite en fúnebre vapor,
y el alma, fatigada de esperar redimida,
prefiere su naufragio antes que el error.
De tanto ver triunfar la vileza impune,
mi espíritu se hiela, mi voz se amortajó,
la verdad fue crucificada en la cumbre,
y el eco del engaño al mundo gobernó.
Hoy soy sombra que vaga sin credo ni alborada,
exánime de cielo, vacío de perdón,
mi fe se desangró, doliente y humillada,
como un dios olvidado en su propio rincón.
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Autor:
El Corbán (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 30 de octubre de 2025 a las 17:47
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais

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