Abandono

Es triste entender que fuiste abandonado.

Las lágrimas lloran al ver el vacío en los ojos.

Has sido víctima del peor de los abandonos.

Uno que duele más cuando se descubre que cuando se consuma.

En efecto, hablo del abandono a uno mismo.

Ese carnicero mudo que sin miramientos te desmiembra.

Ese abandono silencioso y escurridizo.

Escurre daño al cuerpo y al ente.

Entra, se ancla, se clona, te infecta.

Taciturno navegante de venas.

Maldita infección polifórmica.

A veces llega como adicción laboral,

Otras como amor irracional,

Incluso como gusto a la suciedad.

Todos deberíamos abandonar aquello sin valor

Sin embargo, creo que no hay nada así,

si primero haces de valuador, quizá podrías apreciarte abstracto, gótico o numérico.

Entender que tu valor lo das tú mismo es entender la vida.

Así que si lo consigues, conseguirás abandonar al abandono.

No será cosa sencilla, necesitarás ser cabo y sargento, madre y cría, agricultor y semilla.

Pero mientras conozcas tu valía, sin importar los bombardeos, el roble siempre volverá a reverdecer.