Me sentenciaron en nombre de su luna barnizada y sin refugio, con crateres de ceniza y sin alma en su interior. Cubrieron todos mis caminos de señales y quebraron todos los espejos.
Las piletas sulfuraban sus burbujas mientras yo contaba en el trampolín para saltar. Y ellos con el cronometro en la mano esperando mi clavado ansiosamente.
Cuando las calles pierden su nombre, ya no hay razón para buscar un gps. Todo está tan claro, en carne viva y la sangre y el pavimento y las luces del vecindario se deshacen en una mancha que navega sin asilo por las cornizas y los techos, por los sotanos mugrientos y los soles moribundos de veladores de pensión.
Cuando no hay tren que te lleve, ni hotel que te albergue, ni remedio en la farmacia, ni droga que te alcance, te veras las venas azules y el corazón en un costado tratando de latir.
Las anguilas se mueven en pantanos solitarios pero yo no puedo, me sigue perforando el fanteasmar.
Pero ok, si de eso se trata me deslizaré sobre cada piedra aunque vomite barro y se me sequen las manos de tanto arañar.
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Autor:
Leo Albanell (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 29 de octubre de 2025 a las 10:06
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., La Hechicera de las Letras, Carlos Baldelomar, Salvador Santoyo Sánchez, Antonio Pais, Llaneza

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