Nerea hacía tres años que no veía a su amado, quizá él ni la recordara, pensaba.
Él era marinero de un navío, el día que lo conoció había encallado en la bahía.
Era un hombre robusto de hombros fuertes, caliente como el sol y moreno como las castañas tostadas, llevaba sólo un tatuaje en el antebrazo derecho que decía “Casiopea”.
Ella sabía que esa constelación era visible siempre sobre el horizonte en la latitud Norte y guiaba a los navegantes como la estrella Polar. Ese marino había puesto el norte en su corazón enamorado.
Nerea era una bruja de aspecto repulsivo, ojos saltones como sapo apretado, tenía dedos largos y curvos como garras. Gracias a sus antiquísimas pócimas podía convertir su aspecto desagradable en una mujer femenina y atractiva que atraía a los hombres como flores a las abejas.
Sabía que en el equinoccio de primavera él volvería y estaba lista para engendrar un hijo, para que lo acompañe en sus viajes. Si estaba bien calculado el tránsito de los planetas, habría un trígono favorable en el cielo para la noche de luna llena en que él llegaba.
Omar ignorante a los proyectos y a la personalidad oculta de Nerea, había caído en su hechizo de amor y cada vez que la veía, más se enamorada.
–Es tan bella, pensaba al recordarla. Pero el amor por los mares no dejaba anclar en tierra firme su corazón, adoraba su vida errante.
Todo salió como lo había planeado la hechicera…casi todo. No tuvo en cuenta el eclipse que se produjo aquella noche y en lugar de un varón, nació una niña. Era preciosa, su cabello colorado encendido como brasas, sus ojos intensamente azules como el mar de su padre. Si no fuera por las aletas que tenía en lugar de piernas sería una niña completa, pensó su madre. La llamó Casiopea, en honor al tatuaje de su padre.
El tiempo pasó desde que él partió y la niña tenía nueve años cuando surcaba los mares de norte a sur con la esperanza de encontrar un día a su padre. Hasta el día que se enredó en las redes pescadoras de un navío. Luchó como un pez en el anzuelo y sólo logró anudarse más, la desazón se apodero de ella cuando sintió que el aire se acabada, llorando lágrimas azules que se mezclaban con el mar, lanzó un quejido de auxilio tan fuerte, que hizo ondas en el agua y los marineros se taparon los oídos con las manos y apretaron los párpados para no oír ese llanto enloquecedor.
Sólo Omar sintió que lo llamaba la sangre, tomó el cuchillo y se lanzó a las aguas para ver lo que allí ocurría. Encontrando una pequeña sirena con la mirada indefinida, cortó las redes y tomó en sus brazos ese pequeño cuerpo que se abrazó a él desesperado. Todos miraron consternados, como ese ser mitológico le sonreía a su amigo.
-¿Cómo te llamas? –le preguntó Omar
-Casiopea, respondió ella, agarrándose del tatuaje que tenía en el antebrazo ese humano.
Y ambos se observaron desde el corazón…dicen que desde aquel día una sirena acompaña al navío, como lo había deseado su madre.
-
Autor:
Dulce (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 29 de octubre de 2025 a las 09:03
- Comentario del autor sobre el poema: Buen día y abrazo alado
- Categoría: Amor
- Lecturas: 20
- Usuarios favoritos de este poema: Sierdi, Mauro Enrique Lopez Z., Poesía Herética, Carlos Baldelomar, Gustavo Affranchino, ANGHELUZ., Lualpri, Salvador Santoyo Sánchez, Antonio Pais, Emilia🦋, Éusoj Nidlaj

Offline)
Comentarios4
Hermosa historia, Dulce. ¡Gracias por compartirla!
Gracias Gustavo por leerla, abrazo alado
Querida Dulce...
En realidad es hermosa la historia que compartiste.
Gracias.
Ten un bonito día!
Gracias Luis por leerme, abrazo alado
Muy emotivo su escrito, mi querida poetisa. Saludos y abrazos.
Gracias por pasar estimado Josué, abrazo alado
Una bruja tiene una hija sirena con un marinero. Años después, él la rescata sin saber que es su hija y se reconocen al final.
Gracias por tu tiempo y por compartirlo,
podríais escribir una novela.
Abrazo.
Ya está hecho Jesus, gracias por leerme y feliz dia, abrazo alado
¡A por otra!
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.