Hijos míos, escuchad mi voz cansada,
que ha visto tronos, sangre y madrugada,
que ha visto el oro herir la conciencia,
y al hombre hundirse en su propia demencia.
El poder, mis hijos, no torna al villano,
solo despoja el velo del humano;
no es bálsamo ni llama celestial,
es un espejo frío, impersonal.
He visto al justo ser faro en tormenta,
custodio fiel de cuanto se sustenta,
y al ambicioso, cual fiera insaciable,
devorar almas con furia abominable.
He visto al inseguro, en su temblor,
erguir su voz fingiendo gran valor,
y con su miedo, disfraz de tiranía,
arrasar sueños, matar la armonía.
El poder no maldice, solo revela,
la sombra oculta que en el pecho vuela;
el alma vil se exalta y se despoja,
la noble calla, mas jamás se encoge.
No creáis, hijos, que el mando ennoblece,
pues quien no es luz, en tiniebla perece;
no es el cetro el que al hombre corrompe,
es su reflejo cuando ya no se esconde.
Y si algún día el poder os domina,
no lo toméis por dádiva divina;
que el mismo fuego que eleva al fuerte,
es el que besa los labios de la muerte.
Todo poder es tumba disfrazada,
brilla al principio, al final no es nada;
y aquel que quiso mandar al destino,
termina esclavo de su propio camino.
Mas si el poder se posa en vuestras manos,
sed como el río, pacientes y humanos;
que cuando pase su brillo engañoso,
os quede el alma limpia y el rostro hermoso.
Humildes sed, aun si el mundo os teme,
pues solo el justo, al caer, se redime;
y cuando el mando se disuelva en viento,
alzarán vuestro nombre… con sentimiento.
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Autor:
El Corbán (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 28 de octubre de 2025 a las 19:53
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
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