La Condena del Yo.

Alvaro S.

 

​I. El Origen de la Condena

​¡Que me parta un rayo si miento! Nunca fui hombre de esta basura que llaman amor, y, ¿a qué no adivinas, maldita sea? Eres tú, solo tú, la artífice de que la textura del tiempo se me haya vuelto esta aspereza infinita.

Me obligaste a nadar en la porquería que soy.

Aquí, en la calma podrida, de un idiota que solo esperó. Me tocó construir este personaje de felicidad que por dentro me infunde la infelicidad; mintiéndome, provocando que las partículas de mi piel se maten entre ellas, muriendo a diario, y no es misterio.

II. El Amor, la Droga y la Oscuridad

​¡Carajo! Créeme, esto que siento es mi amor por ti, una sentencia que quema más de lo que una vida normal podría soportar en todo un siglo.

Eres mi dama, mi bendita adicción. Tu puridad enciende el veneno que me mantiene vivo, un veneno que me masacra para que sienta que aún respiro.

Busqué lo divino, y no encontré a ese tal Jesús. La oscuridad, de hecho, ya me había creado un refugio con nuestros cuerpos.

Fui a la casa de Dios, solo para ver que el demonio tenía una residencia permanente en mí. Su nombre no era legión, era el mío.

III. El Alma Podrida y el Desgarro

​No busqué ser comprendido. Solo me rogué a mí mismo no ser tan estúpido y volverme esclavo del agradecimiento, atado a esa deuda podrida con quien te dio el aliento.

Ahora, en esta áspera y desgraciada meditación, la verdad me golpea: soy un alma que se corrompió antes de saber caminar.

Solo ¡pírate de mi vista, que tu ausencia se volvió un peso que mis ojos cargan, incapaces de alcanzar tu oasis, ¡puta paradoja errante!

Cada vez me siento más roto, más crudo, más vacío que la cáscara.

IV. La Marca y el Monolito

​¡Te maldigo, corazón, ya cállate! Silencia tu pulso desfasado, ritmo rebelde que interrumpe la paz de sepulcro que busco.

Siempre creí que las sombras se olvidaban. ¡Mentira! Tú grabaste tu mirada en mi carne como si fuera tu posesión, una marca que nada puede borrar, una miseria que solo yo escucho.

Recuerdo tu intento de buscarte a ti en mis ojos con la misma desesperación ciega con la que yo te buscaba. Ya me cansé de narrar tu historia, créeme. Aunque el latido todavía persiste: se vuelve roca donde el tiempo se deshace, un monolito que el olvido nunca tocará.

V. El Quiebre Final

​Tan solo conocí más desamor que amor, y ¡adivina, sí! Eres tú la puta responsable de esta locura de abundancia y de mi quiebre atroz.

Simplemente me volví viento sin rumbo.

Y ahí, en el vacío, encontré al Diablo, llorando por tu presencia, porque el diablo siempre fui yo.

Me dejaste con esta maldita Alexitimia. Estar a tu lado se volvió un riesgo: perdí la capacidad de sentir pesar, ya no sangro remordimientos. ¡Qué funesta catarsis me has dejado!

Meramente recuerda, amor de mis tormentos: el pájaro, por muy bien cuidado que esté, morirá en su jaula cada maldito día si no recibe una cucharada de cariño.

Solo llévate mi juventud porque mi tiempo ya es tuyo.

Creo que ya me quebré. Y me importa un demonio.

Me reí del mundo, pero el amor se burló de mí.

En caso de que te pregunten si estoy bien, claro:

Siento frío donde duerme el sol.

Llevo años durmiendo y amaneciendo con ojeras.

Tal vez yo no merezca amor. El rayo nunca me partió porque no miento: ¡Maldita sea el día que te descubrí!

Álvaro s.

 

  • Autor: Alvaro S. (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de octubre de 2025 a las 16:30
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 1
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