En esta estancia yerta, nívea, desolada,
donde el reloj murmura su letanía helada,
mi alma, como un lirio de invierno, desfallece
bajo el peso funesto de una pena que no cesa.
Fui arrojado aquí, por manos arteras,
por bocas que destilan miel y ponzoña fiera,
por rostros que veo reir tras el vidrio opaco,
mientras yo, en mi rincón, consumo mi quebranto.
El aire exhala un frío de tumba encadenada,
la luz es un suplicio de aurora mutilada,
y en el rumor distante de sus carcajadas
se hiere mi espíritu con daga disimulada.
Me retiene una cadena, etérea, implacable,
forjada en el deber, en la sangre amable
de mis pequeños, florones de mi herida,
razón de mi tormento y de mi fingida vida.
Por ellos sostendré la afrenta y la injuria,
por ellos beberé esta hiel, esta penuria,
que el alma, aunque en sombras, aún los nombra,
y su amor me rescata del abismo y la sombra.
Soportaré el baldón, la burla, la perfidia,
como mártir que besa su cruz tibia,
pues mi dolor, aunque mudo y sin clemencia,
se alza como un canto de doliente resistencia.
Y cuando el sol, remoto, asome su fulgor,
quizá halle mi espíritu un refugio menor,
mas hoy, entre papeles, cadenas y condena,
solo vivo por amor, y el amor es mi pena.
-
Autor:
El Corbán (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 27 de octubre de 2025 a las 12:26
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.