No sé qué pasó.
No sé en qué momento
tus manos dejaron de buscar las mías,
ni cuándo tus ojos aprendieron a mirarme
sin quedarse a vivir en los míos.
Solo sé que un día desperté
y ya no eras tú,
y mi corazón, testarudo,
seguía aferrado a la sombra de la mujer que fuiste,
a la risa que ya no existe,
a los abrazos que ahora pesan
como promesas que se rompieron solas.
Ya no hace falta que me digas nada.
Tu silencio grita más que cualquier verdad,
y tus besos se sienten prestados,
fríos, automáticos, como si fueran parte
de un guion que ya no te importa repetir.
El problema no es que no me quieras,
el problema es que lo intentas fingir,
que te esfuerzas por no herirme,
cuando en el fondo ya me estás matando
cada vez que finges amarme.
Y lo entiendo.
Nadie puede obligarse a sentir,
ni sostener una historia cuando el alma ya no la habita.
Así que si te cansaste del viaje,
si ya no te ves a mi lado
cuando imaginas los años por venir,
no te preocupes por mí.
Si tengo que irme,
te deseo que estés bien,
que rías sin mí,
que vuelvas a amar sin miedo,
que alguien te bese con la ternura que ya no me das,
y te mire con la fe que yo aún te tengo.
Yo me haré pedazos, sí,
pero de eso se trata amar de verdad:
de aprender a soltar
cuando retener se convierte en castigo.
Hoy brindo por ti, aunque me duela.
Por tus sueños sin mí,
por tu nueva paz, aunque sea lejos de mis brazos.
Le pido perdón a mi corazón,
porque una vez más se equivocó creyendo
que el amor bastaba.
Y mientras tú te reconstruyes en otros brazos,
yo me haré compañía con mi soledad,
aprenderé a bailar con ella,
a conversar con mis recuerdos sin llorar.
Hoy voy a beberme hasta las lágrimas,
hasta olvidar tu voz,
hasta dejar de oler tu perfume en mi cama.
Quemaré la última carta,
la última foto,
y con el humo de lo que fuimos,
haré una oración por lo que ya no seremos.
Porque sí, lo que empezó siendo forever,
terminó siendo forever alone,
pero al menos fue real,
al menos nos dolió,
y eso, amor, también cuenta.
Si alguna vez me recuerdas,
hazlo sin culpa.
Yo me quedaré con la versión tuya
que todavía me amaba,
con la que me juró que nada la haría huir,
y no con esta que ya se cansa de mis manos.
Y si en otra vida volvemos a cruzarnos,
prométeme solo una cosa:
mírame como la primera vez,
cuando tu mirada era hogar,
y no frontera.
Porque hoy te dejo ir…
no porque no te ame,
sino porque entendí
que amar también es aprender a perder.
Así que ve,
y si estar bien es no estar yo,
que te vaya bonito,
aunque eso me mate por dentro.
Yo… me quedaré aquí,
reparando mi alma con los pedazos
de lo que fuimos,
esperando —quizás en vano—
que un día el tiempo me enseñe
a no amarte tanto.
-
Autor:
Luis de leon (
Offline) - Publicado: 26 de octubre de 2025 a las 03:05
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.