La muerte blanca

Oh corona desprovista
Dime tu, serena y dualista,
Quien ha de ser tu visita
En esta, tu vida pesimista.

Quien honra pasado inmutó
Que osa trastornar al callado,
Quien glorifica futuro hurto
De mi alma serás saciado.

Tras pasar la luz del día primero
El alba me es un cuento calado,
Tras pasar la luna al día tercero
El sol me es un recuerdo cerrado

Y mi alma en si grita falsedad
Mas mi ser dice, “continuad”,
Las pupilas ruegan, “¡Parad!,
Mi amor por ti es eterno, callad”

Mas Tras el saber se encuentra
Un haz de esperanza eternal,
Mas después que me mienta
“Un conteo siempre serás”,

Esto continua sin cesar,
Esto me dicta un pesar,
No soy nada, sino un quejar
Que me aprisiona al hablar.

Entonces la dicha me liberará
Y mi existencia cobrará
Un decir eterno, mi alma será
Y mi ser tuerto quedará.

Pues un cuerpo desdichado
A mi perpetuamente sellará,
En un juicio sin altercado
A una cosa me sentenciará.

Quien lo dirá, me seguirá
Solo un lamento profundo,
Un decir me acompañará
Solo un futuro me maldecirá.

Tras el segundo velo eternal,
No hay esmero ni santidad,
Solo un fantasma, una entidad
Un decir, “maldito” me dirán!

Inmortalidad que me es soledad
Aqueja mi alma al continuar
Mas mi cuerpo grita “¡apaciguad!”
Una venganza, un cruel cantar.

Esto no es un libro, ni pasará
Por una mente viva, morará
Mas mi ser queda, muerto esta
Mi alma solloza, jamás soñará.

Continua y me cuenta
Un cruel manantial
Donde las almas se juntan
Tras la velada eternal.

Mas el pasado está diciendo
“No seas lastimero, ve más allá,
Pues aun en lo perpetuo
Hallaras, un cielo perfecto tu veras”.

Mas tal no encuentro, tu dirás
Pues mi corazón no late, juraras
Que no me aten, al enterrar
Un cuerpo sin alma, nunca hallaran.

Grito e intento en mi paladar
Componer algo para poder parar
Este desentendido, un cruel obrar,
Al enterrar un vivo, un muerto ya.