La Loca

Dulce

 

 

La mujer- joven aún-, estaba sentada en el banco del parque. Miraba hacia adelante el edificio descascarado y antiguo, en los tonos de gris y blanco sucio, porque los años habían borrado la pintura, pero tenía grabada en sus paredes las historias de vida. Desde esa posición podía ver la entrada, un gran portón, pesado de doble hoja, que a esa hora estaba abierto, porque era el horario de visitas. Varias mujeres caminaban sin rumbo, por el pasto. Algunas pedían monedas (para tener nomás) porque allí no se podía comprar nada. Otras mendigaban cigarrillos, para pasar las horas -decían- pero solo fomentaban el vicio.

El día acariciaba con un sol apenas despabilado, caminando por afuera se sentía menos el frío, ya que las estufas estaban como “cenicero de moto”, no servían para nada en ese sector del psiquiátrico no había gas…años prometiendo los arreglos. Sólo un frío intenso gobernaba y ningún “soberano” lo sentía.

 

Elsa se sentó al lado de la mujer, de los pensamientos perdidos.

-Te traje petunias: dijo, mostrándole un manojo de apretadas flores.

-No me gustan las petunias Señora -contestó secamente.

-Bueno, también tengo dos caramelos de miel que me acaban de regalar -insistió Elsa.

-Ah, eso me gusta y estiró la mano, en signo de aceptación.

- ¿Querés caminar? -preguntó más confiada Elsa.

- ¿Por qué me tutea? Yo no la conozco.

-Porque hace como cuatro años que nos bañamos juntas-en el mismo baño -dijo Elsa titubeante.

-Eso no quiere decir que me conozca, solo conoce mis orificios y mi desnudez.

-Entonces, presentémonos. Yo me llamo Elsa y hace casi cuatro años que vivo de este lado del edificio.

-Yo me llamo Janet -dijo la otra mujer.

-Qué bonito nombre, nunca lo había escuchado.

-Yo tampoco, se me acaba de ocurrir recién.

- ¿Y cuál es el tuyo?

-El mío no me gusta, me gusta ese. Que importa cómo me llamo si acá solo soy una historia clínica, nada de lo que uno dice le creen, así que Janet o no Janet, soy yo. Hace diez años que vivo aquí, desde que vi ese dibujo tonto…dijeron que era un test y no pude ver nada más que una rosa. Antes estuve en otro hospital- cerca de la facultad de Agronomía- Allí le golpeé la cabeza a un enfermero y me trajeron acá.

- ¿Y por qué lo golpeaste?

-Porque me manoseaba siempre, un día me cansé y ¡ZAS!... soy loca no puta. Las piernas las gasto con quien quiero le dije al Doctor y al otro día me trasladaron acá…bonito el hotel de cinco estrellas eh -dijo mirando el cielo.

Pasaba por la calle un muchacho con su carro de cartonero, justo delante del portón se puso a revolver la basura (ambas se quedaron observándolo).

-La primera vez que me encerraron, en el otro hospital fue por hacer lo mismo que ese: dijo Janet señalando al cartonero.

Hace diez años atrás si eras homosexual, eras peluquero, si no te metías con nadie, eras antisocial, si buscabas comida en la basura porque tenías hambre, eras loco. Ahora los locos están afuera y los cuerdos adentro de este lugar.

-Que raro, ahí viene la Doctora con una rosa en la mano -observó Elsa.

- Raro porqué…es mi hija, ella sabe que me gustan las rosas y no las petunias. Se recibió de psiquiatra para estar más cerca mío…creo, y por eso no nos vamos de acá ninguna de las dos.

 

  • Autor: Dulce (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de octubre de 2025 a las 04:03
  • Comentario del autor sobre el poema: Buen sábado y abrazo alado
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 5
  • Usuarios favoritos de este poema: Salvador Santoyo Sánchez
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