Aquella noche, en la cama de tu casa, me besaste por primera vez.
Fue el mejor beso que he recibido: lleno de pasión, de amor y de deseo.
Después hablamos de nosotros, como si ya fuéramos una pareja de recién casados que imaginaba su futuro. La noche se nos fue entre risas, confesiones y silencios; no dormimos, pero descansamos el alma.
En mí nació algo que no supe nombrar: una conexión tan profunda que parecía ir más allá de lo humano.
A la noche siguiente, me besaste de nuevo.
Ese beso fue distinto: más largo, más firme, como si en él dijeras “eres mío, y yo soy tuya”.
Era un beso que pedía compromiso, y yo, sin pensarlo, ya te estaba amando.
Esa noche no hablamos tanto; nuestros labios se buscaron más que las palabras. Dormimos enredados, respirando el mismo aire, como si el mundo se hubiera detenido en esa cama.
Al amanecer me fui, y tu beso de despedida me prometió un regreso.
Volví al anochecer, ilusionado, y te encontré distinta.
No hubo beso esta vez, sino palabras frías, como un muro:
—Ya no podemos seguir viéndonos.
Me quedé sin aire.
No entendía cómo dos noches podían convertirse tan rápido en un final.
Intenté buscar tus ojos, pero ya no había lugar para preguntas.
Solo me diste un beso en la mejilla, suave y letal, que decía sin voz:
No vuelvas… aunque te amo no vuelvas.
Salí de tu casa con el corazón hecho trizas.
Habíamos vivido dos noches perfectas sin desnudarnos el cuerpo, pero tú ya habías desnudado mi alma.
Y eso fue lo que más dolió.
Desde entonces, cuando cierro los ojos, sigo buscando ese primer beso —
no por lo que fue, sino por todo lo que prometió ser y no fue.
-
Autor:
Mac12 (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 24 de octubre de 2025 a las 13:28
- Categoría: Triste
- Lecturas: 2
- Usuarios favoritos de este poema: 🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.