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Juan 1:1
Mi Señor:
Recuérdales a los Hombres que somos tu siervos;
no portento ni espíritu angélico.
Te hemos faltado al respeto, hemos querido igualarnos,
mas pones límites gracias al Espíritu Santo.
Habemos, mi Señor, quienes creemos dominar el Evangelio;
taumaturgos que por ciencia aprendemos tus secretos.
Pero solo somos neonatos lactantes e ignorantes,
que, en su momento, conoceremos lo importante.
¡Qué no seamos nosotros, Señor, los que nos vanagloriemos de conocerte;
a Ti la gloria antes, hoy y siempre!
Qué no sintamos y poseemos dones espirituales;
que el conocimiento no nos ensoberbezca y seamos humildes;
porque incluso dentro de la hermosa teología hay matices;
que nos orillan a comportamientos terribles.
Tu Palabra una es;
el don de ciencia Tú lo das.
Más allá de la hermenéutica y exégesis;
el Espíritu Santo será quien revelará.
Y es que habemos quienes podemos mal interpretar,
tomando textos de manera literal;
tras arduas horas de exégesis llegar a creer,
que somos poseedores de un secreto que solo Tú nos permitiste acceder.
¡Cuánta vanidad es el hombre incluso en las cosas tuyas!
Estudiamos años teología para que Santa Teresa no enseñe lo principal:
el amor profundo a toda tu gloria; la entrega total hasta un sacrificio mortal.
Fe y obras; oraciones y mortificaciones;
amor por el prójimo y buenas acciones;
serán aquellas que nos ayuden ante el Juez de jueces; Señor de señores.
Mira, querido pastor;
que hablas con altiva voz:
<<¡Yo soy siervo de Dios!
¡Sin mí no entran al Cielo!>>
Guarda silencio y contempla los misterios.
Pidamos con humildad a nuestro Señor;
no olvidemos la potencia del Creador.
Todo lo que nos pide es para nuestro propio bien;
Él no necesita nada ni a nadie para ser feliz.
Bajamos a Dios y nos comparamos con Él,
como si fuera nuestro igual;
tomamos la Biblia como si fuera espada y símbolo de autoridad;
cuando Dios se manifiesta en el más sencillo que obra con caridad.
Ninguno de nosotros somos dignos,
eres Tú, Divino, quien enaltece a los oprimidos.
Humillas al altivo y vengas al compasivo;
destruyendo siempre los planes del Maligno.
¡Gracias, Padre mío, por mostrarme mis pecados y miserias!
Pues con poco conocimiento el alma se eleva.
Y es que el humano quiere ser diferente,
aunque eso signifique confundir a la gente.
De oropel se engalanan los pastores y dos que tres laicos cristianos;
como si tuvieran la misión de Juan o boca de profeta;
pero Tú, oh, grandísimo Señor;
logras ubicarnos y, desde la penitencia, enseñarnos.
¡Gracias, Dios, por someternos a la humildad!
Te aseguro que sin ella, seríamos profetas de Baal.
Creyendo que obramos bien llenos de soberbia;
cayendo en vórtices que distorsionan la conciencia.
Para mayor gloria de tu Santo Nombre.
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Autor:
Sir. Black Lyon (Seudónimo) (
Online) - Publicado: 24 de octubre de 2025 a las 11:51
- Comentario del autor sobre el poema: Por más que leas y estudies la Palabra; Dios te pone un límite; en ese punto debes reflexionar y pedir con fe, no inventar fantasías que vienen de tu propia mente. Pues no solo el Espíritu Santo da su influencia, sino que hay otros espíritus expertos en teología prontos a confundir. Solicita siempre ayuda al Espíritu Santo, porque uno puede caer en la soberbia y eso comenzará a generar en ti dudas.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 2

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