Amar no es verbo, es condena,
que empieza dulce y termina,
como el vino que se inclina
de tanto mezclar su pena.
El cuerpo cede, se envena,
la costumbre hace su oficio,
y el beso se vuelve vicio,
la pasión, deuda vencida.
Amar, mi joven, es vida,
pero también sacrificio.
Se oxida el “para siempre” al sol,
la carne busca otros rezos,
los años borran los besos,
y el alma olvida el control.
Nadie escapa del rol,
ni del hartazgo sutil;
amar no siempre es febril,
a veces duele sin fin,
porque el amor más civil
también sangra en su perfil.
He visto el amor morir,
sin ruido, sin sepultura,
vestido de “ternura”,
y oliendo aún a porvenir.
No hay verbo más de mentir
que amar sin saberse humano,
porque el deseo temprano
no entiende del corazón;
amar, joven, es prisión,
cuando no hay amor profano.
Mas si el fuego sobrevive,
tras los años, tras el llanto,
no es amor, es algo santo,
una herida que revive.
Porque el alma, aunque derive,
a veces vuelve a su hogar;
y el amor, si sabe amar,
no se compra ni se enseña,
solo el tiempo lo despeña,
y el sabio aprende a callar.
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Autor:
Loiiz. (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 23 de octubre de 2025 a las 15:07
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR, Antonio Pais

Offline)
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