La calma también enseña

aviemas

Pensaba que me gustaban las ciudades grandes.

El ruido me hacía sentir viva,

la multitud me daba una ilusión de pertenencia.

Creía que el silencio era vacío.

 

Hasta que la vida me llevó a una ciudad pequeña

y descubrí que el ruido no era compañía,

solo distracción.

 

Aprendí que uno se acostumbra a sobrevivir sin cuestionar,

hasta que el cambio te obliga a verte sin defensas.

Y ahí entendí:

me acostumbré tanto al caos

que cuando había calma, huía.

 

Buscaba velocidad, vértigo,

la sensación de que el mundo se movía conmigo,

aunque me dejara atrás.

 

Corrí tanto que me estrellé.

Y en ese golpe lento,

aprendí que mientras más rápido vas,

más rápido todo termina.

 

Entonces paré.

Empecé a mirar el cielo sin apuro,

a sentir el viento como si también respirara por mí.

A valorar lo que no hace ruido,

lo que no corre,

lo que simplemente es.

 

Ya no me seducen las multitudes.

Ni el humo, ni las luces, ni la prisa.

Solo la calma.

Esa calma que antes temía,

y que hoy, por fin,

me enseña a quedarme.


Avi-

  • Autor: aviemas (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de octubre de 2025 a las 15:20
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 3
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