No todo se escribe,
ni todo se dice.
Hay palabras que respiran despacio
bajo la sombra del mediodía,
cuando la hogaza se parte
y el vino tiembla en los vasos.
En la mesa queda el rumor del pasado,
una raíz que aún habla sin voz.
El aire huele a memoria,
a manos que contaron historias
sin levantarse del plato.
En la sobremesa del alma
aprendimos a escuchar los silencios,
a leer los ojos que callan,
a entender que el amor
no se enseña con palabras,
sino con la manera de servir el pan.
Hay una música antigua
en cada frase que no se pronuncia,
un temblor de campo y luna,
un eco de madres que aún amasan
la verdad con harina y paciencia.
Y yo escribo ahora
no para decir,
sino para que no se pierda
el murmullo de aquella mesa,
el rumor de la palabra heredada
que nos dio nombre,
pan y raíz.
José Antonio Artés Sánchez
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Autor:
José Antonio Artés (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 22 de octubre de 2025 a las 09:15
- Categoría: familia
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: mauro marte, Mauro Enrique Lopez Z., Antonio Pais

Offline)
Comentarios1
Cierto, ciertísimo, eso de que no todo se escribe y menos aún se dice: no puede ser, no se permite ni se permitiría jamás tal osadía. Las palabras, las ideas, el pensamiento, los sentimientos morales e incluso la dignidad misma son y siempre lo ha sido materias vigiladas: lo sabemos quienes siempre hemos podido, en la medida en que nos lo han permitido, escribir diferente, al margen de lo establecido. Ya no sólo en la mesa y a esa hora de la cuasi intimidad personal, sino cada vez en más lugares, en más espacios pretendidamente personales queda lugar para abrazar el rumor de un pasado que aunque nos siga perteneciendo cada vez más se nos antoja delicado hablar de él, de todo lo que en ese tiempo pasado quedó y aún queda guardado. Sí, hay, quedan, conversaciones antiguas que en algún momento pudieron haber sido expresadas y dichas de ciertas maneras, con otras palabras y que ya hoy no se pueden, o es aconsejables, no volver a repetirlas. La palabras heredada, con la que algunos nacimos (y no soy un anciano aún, no llego ni a los 70), está en riesgo de ser disuelta como antes disolvieron las de nuestros padres y abuelos salvo las que, a escondidas, nos regalaron para proseguir con ellas, pocas pero muy precisas. Hoy el escritor, el de verdad, no puede ni debe conformarse sólo con escribir, ¿ escribir qué?, sino ser primero que nada un activista de la memoria, un rebelde de la escritura y por último un guardador fiel de la palabras: todo por la palabra heredada.
Gracias por su poema, por sus palabras también y tan bien guardadas.
Estimado Nkonek]:
Gracias por tus palabras tan hondas y por esa reflexión que amplía el sentido mismo del poema. Coincido contigo: hay palabras que no se pueden decir sin riesgo, pero que tampoco deberían perderse en el silencio. La memoria y la escritura comparten esa tarea de resistir el olvido, de cuidar lo heredado incluso cuando parece desvanecerse.
Tu comentario me recuerda que escribir no es sólo un acto estético, sino también un gesto de fidelidad hacia aquello que nos formó y que todavía nos habla, aunque a veces sea en voz baja.
Te agradezco sinceramente la lectura y el eco que dejas en estas líneas.
Con afecto y admiración,
José Antonio
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