Guerra Interna

Mi alma, mi mente y mi corazón
se encuentran en guerra.

No entiendo nada.
Un día estoy enamorado,
y al otro, frustrado.
Un día soy inmensamente feliz,
y al siguiente siento
que no valgo nada.

Creía que lo sabía todo,
pero no sé nada.
A veces me creo el mejor,
y otras, ni siquiera me reconozco.

Amor, sabiduría, pureza…
tres fuerzas que no hallan equilibrio en mí.
Se cruzan, se empujan, se hieren,
cada una queriendo gobernar mi silencio.

Mi cuerpo tiembla,
atrapado en el choque de mis pensamientos,
como si dentro de mí convivieran
la voz del niño que teme,
y la del sabio que calla.

A veces quiero correr,
a veces solo dormir;
y en esa oscilación constante
se me van las horas,
los días, los latidos.

He visto al amor vestirse de duda,
y a la sabiduría tornarse fría,
he visto a la pureza
volverse herida.

Pero entre los escombros de esta batalla,
algo en mí aún respira:
una brizna de calma,
una voz más baja,
que dice: “espera…”.

Entonces cierro los ojos,
dejo que el ruido se disuelva,
que las armas internas caigan,
y el alma, agotada,
por fin, se rinda.

Y en esa rendición no hay derrota,
solo un instante quieto,
como un amanecer que se atreve
a cruzar la neblina.

Quizás eso sea despertar:
no el fin de la guerra,
sino aprender a caminar
entre sus ruinas,
en paz,
con uno mismo.