QUE MUERA LA POESÍA

QUE MUERA LA POESÍA

Que muera la poesía ¡Que muera!

¡Que se mueran los versos! Que se mueran

sobre las quietas ramas de una noche

donde el cárabo inclina su pico bajo el ala

esperando el resurgir de un nuevo, alba.

Se apagará el candil,

pero su  humo pestilente

llenará los recovecos del campo.

Por estrechos caminos

de sombras muertas

y entre brumas celestes

pasea una señora.

No lleva lazarillo…

Camina, ciega y sola.

Lleva, tan solo un bolso

y una corona.

No es corona de plata

porque es de oro

y piedras de colores

que vende el moro.

El camino es angosto

y entre olivares,

de Córdoba a Sevilla

¡Ay madre de mi alma

cuantos pesares!

Se apagará el candil,

pero su  humo pestilente

llenará los recovecos del campo.