No te bastaron las brisas, madre valiente,
ni el sol que lamía tus manos cansadas.
Sembraste amor en los surcos del día
y la cosecha fue dura y escasa.
Tu voz se rompía en los platos,
en el agua tibia, en la escoba gastada.
Tu ternura era un pan silencioso,
una llama viva en la sombra apagada.
Desde lejos, en la soledad del sanatorio,
escribías cartas con letra de espiga,
palabras pequeñas, pero encendidas,
para que tus hijos no vieran la herida.
Decías “estoy mejor”,
y el alma se te iba en cada línea.
Tu esperanza sangraba despacio,
como un jazmín que aún respira.
No te escuchó el mundo,
pero tu semilla germina.
Somos fruto de tu entrega,
raíz de tu fe sin orilla.
Tu amor no pidió aplauso:
fue pan, fue tierra, fue vida.
José Antonio Artés Sánchez
-
Autor:
José Antonio Artés (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 21 de octubre de 2025 a las 06:40
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.