La fidelidad a la herida

LOURDES TARRATS

 

Olfateaba su tumba
como un perro viejo

con las patas temblando de memoria

Y el hocico lleno de esperanzas rotas
que ha olvidado el camino de regreso.

No por instinto,
sino por esa forma de cansancio
que solo conoce el hombre
cuando la vida ya no pesa,
sino que cruje.

Las piernas, vencidas,
temblaban con la fiebre de lo vivido.
Y el rostro,
curvado por súplicas mudas,
buscaba en el aire
el olor de una muerte
que nunca se decidía.

Su corazón,
agrietado como un volcán dormido,
no sangraba.
Pero latía
con la fragilidad de lo irreparable.

No pedía consuelo.

Solo un rincón
donde el dolor pudiera acostarse
sin nombre,
sin historia.

Recordaba —a trozos—
una infancia que pudo no ser suya,
un amor con olor a madera mojada,
una culpa sin crimen,
sin castigo.

Ya no lloraba.
Le pesaban más las lágrimas
que no cayeron.
Se pudrían adentro,
teñían el alma de moho.

Alguna vez creyó
que moriría como un justo.
Ahora sabía:
la muerte no elige.
Sólo pasa.
A veces se detiene.
Otras, no le importa.

En las noches menos feroces,
cantaba.
No por belleza,
ni por fe.
Cantaba
como quien aún olfatea en la oscuridad
el último resto de sí mismo.
Como quien ya no espera
que alguien le escuche.

Y entonces lo comprendió:
no era la muerte lo que esperaba,
sino el instante anterior,
ese filo donde la vida
por fin deja de doler.

—L.T.

  • Autor: LOURDES TARRATS (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de octubre de 2025 a las 05:35
  • Comentario del autor sobre el poema: amigos, este poema es un retrato íntimo de un hombre que, al borde del final, no se aferra a la vida ni rechaza la muerte, sino que la espera con la serena fatiga de quien ha vivido demasiado. A través de imágenes sobrias y cargadas de sentido, el texto se convierte en una meditación sobre el dolor, la memoria y la dignidad de seguir cantando, incluso cuando nadie escucha. Una elegía que no busca consuelo, sino verdad.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 1
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