Vida

Quisiera pintar un mundo sin dolor,

donde el sol siempre brille con fervor,

donde las risas ahoguen los lamentos,

y el camino sea un lecho de contentos.

Pero la vida, sabia y despiadada,

nos muestra su verdad, sin ser obviada.

Es un torbellino de emociones crudas,

que nos arrastra sin pedir disculpas.

Nos golpea con la fuerza de un huracán,

nos hunde en la tristeza, en el desmán.

Las lágrimas brotan como ríos desbordados,

y la oscuridad nos envuelve, desolados.

Pero, ¡oh, sorpresa!, en medio del caos,

surge un rayo de luz, un dulce éxtasis.

La vida nos regala instantes de alegría,

pequeños tesoros que curan la agonía.

Nos enseña a levantarnos tras la caída,

a abrazar las cicatrices, sin ser vencida.

Nos muestra la belleza en lo imperfecto,

en la fragilidad de un corazón abierto.

Así es la vida, un vaivén constante,

entre el gozo y el dolor, incesante.

Un baile agridulce, lleno de matices,

que nos invita a vivir, sin artificios.

Por eso, no temamos a la tempestad,

ni a las sombras que acechan en la soledad.

Aprendamos a amar cada instante,

con sus luces y sombras, adelante.

Porque en esa dualidad reside la esencia,

de esta maravillosa y cruel existencia.

Y aunque duela a veces hasta el alma,

la vida siempre nos ofrece una nueva calma