VESTIGIA SILENTII

Clara Verdoy

A dos pasos del instinto
Caperucita oscura
nunca olvidas la coraza;
telarañas en los ojos,
a salvo de miradas.

 

¿De qué huyes, Caperucita?

 

Tus huellas buscan

la claridad que duele.

 

En la cima —él—
erguido y sin bandera;
el citrino de sus ojos

hiere tu certeza.

 

Dos cuerpos ajenos

que se reconocen

en el ritmo prohibido
de la piel sobre la piel.

 

Desarmada,

te ofreces al fuego.

Embiste y embriaga

el elixir del deseo;

cuanto más exhausta

más te posee su aliento.

 

Y en la entrega —al fin—

recuerdas tu nombre.

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