Siempre ahí.
Testigo muda y silenciosa. Ubicada en el lugar que privilegia la casa de mis padres.
Celebraciones, risas y lágrimas y las siempre queridas historias de mi padre. Y también, porque no. De los trémulos silencios que pausan nuestras almas.
Las huellas del tiempo no hacen mella en su madera ni olvida las manos que un día la recorrieron, pues ella respira con nosotros como recordando las voces que se fueron.
Los ausentes amigos, familiares. Siguen también ahí, sentados a la orilla de la mesa, algunos de ellos muy queridos han marchado para siempre, pero no se olvidan y aún están en la memoria.
Esa mesa nos conoció de niños, de la evolución de nuestros cuerpos y nuestras mentes, de las carencias y virtudes, de las ausencias y presencias.
Ella sique ahí. Siempre ahí. Como una raíz que nunca olvida y que se niega a dejar de la tierra sus entrañas.
Esa mesa.
Nuestra mesa. Tiene los puestos justos como recordando nuestros nombres. Nuestras voces. Y en su grito silencioso ella expresa que siempre hay una forma de quedarse.
Y es que siempre vamos y venimos cual devenir de la vida, pero en cada regreso ella nos espera junto a las viejas y restauradas sillas que son compañeras de su vida.
Firme y paciente amiga de madera, sé que siempre nos esperas, pues sabes que a pesar del tiempo y de los años estaremos reunidos nuevamente junto a ti. En tu regazo.
Aún juntos. Aún todos.
-----------------
Rafael Blanco López
-
Autor:
Luis Rafael (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 20 de octubre de 2025 a las 12:23
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z., Carlos Baldelomar, Mª Pilar Luna Calvo

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.