Trazos de tu cuerpo ausente

Leoness

Mi vida es un boceto tembloroso, un trazo de tinta negra

que se detiene justo antes del papel.

Ahí coexiste el amor, en el espacio en blanco

que la línea dejó en el centro de la ambigüedad.

Mi existencia, una cicatriz de carboncillo sobre un lienzo húmedo,

no es forma fija, es vibración entre un antes y un después.

Oh compañera, eres el punto de fuga que nunca se alcanza.

Tu oportunidad: una diagonal audaz que atraviesa el horizonte

y desaparece, dejando solo el rastro de la velocidad.

Somos dos gestos suspendidos, incompletos.

 

El jazmín no es flor, sino mancha de luz fugitiva,

bajo el asedio del motor y el semáforo, su halo

es la pincelada fina que protege tu recuerdo.

Tu sutileza, la esquiva curvatura de un perfil

que se esfuma al intentar delinear su contorno.

Vives al otro lado, donde el subconsciente es un taller,

y los cuerpos se construyen con fragmentos de piel y cristal.

Tu ausencia es el ideal de un sueño que solo se ve

cuando se cierran los ojos en mitad del día.

 

El entendimiento es un esbozo a lápiz que borro y rehago.

Mi corazón, un cuerpo inconcluso que espera tu sombra

para que la forma finalmente se revele.

Tus labios son solo el rastro de una caricia que no llegó a ser,

una línea de fiebre dibujada en el aire denso.

Protegiste tu verdad con la belleza del jazmín,

perfume que es flecha sin punta lanzada hacia mi pecho.

El amor soñado es el lienzo rasgado que revela el muro,

la estructura interna de la pasión que nunca podremos

terminar de pintar en esta orilla de la vigilia.

 

Eres la obra maestra 

que sólo existe como un ¨podría haber sido¨,

 en el trazo difuminado de mi destino.

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