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A las que fueron y serán
Vine al mundo con el pulso de su nombre,
y desde entonces todo lo que late
tiene perfume de mujer
y de misterio.
De su sombra aprendí la ternura,
de su voz, el filo del consuelo.
En su pecho hallé refugios,
y tormentas que hicieron de mí un hombre.
La mujer no es templo ni pecado,
es universo en piel humana;
es quien calla los relojes
y despierta lo imposible.
Cuando llora, el cielo se humedece;
cuando ríe, la tierra se arrodilla.
Su mirar es mapa y naufragio;
su cuerpo: idioma de la vida.
He amado a todas —las que amé y las que me olvidan—,
pues en cada una vive la primera que amé,
aquella que me sostuvo entre sus brazos
y me enseñó que el amor llega a destiempo,
pero siempre a propósito.
A ustedes, todas,
las que curan, hieren, inspiran o resucitan,
mi palabra se inclina sin orgullo,
porque ningún verso alcanza
su milagro.
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Autor:
Wii (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 17 de octubre de 2025 a las 00:02
- Categoría: Amor
- Lecturas: 32
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Salvador Santoyo Sánchez, Éusoj Nidlaj, Tommy Duque, Alma Eterna, Enrique Fl. Chaidez, benchy43, EmilianoDR, JUSTO ALDÚ, El Hombre de la Rosa, Mael Lorens, Baltasar tarso

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