Te esperé con la fiebre del que arde en silencio,
con el frío de la noche y el cálido sentimiento.
Y llegaste, como fuego y hechizo,
vestida de promesa y juramento.
El viento acaricio tu escote profundo,
cómo si el deseo marcara su paso,
y yo, temblando en mi propio mundo,
quise perderme entero en tu abrazo.
En tu olor caí embrujado al instante,
y susurré al oído, estoy soñando.
hubo silencio, no el mensaje distante,
solo el lenguaje del tiempo deseando.
La ciudad testigo del sueño prohibido,
perdido en tus ojos, bebí tu respiración,
cada calle era un verso encendido,
cada roce de deseo, una invitación.
En aquella habitación se cerró una puerta
y la ropa furiosa nos abandonó,
tu cuerpo sobre mi y tu mirada tan cierta,
un pecho cada mano aprisionó.
Y ahí entre jadeos,oscuridad y calma
dónde el cuerpo se entrega sin alma,
yo fui el pecador y tú la sentencia,
la dulce tortura,premio a la paciencia.
Tu piel marcada color carmesí,
cabello en mi mano,galope con frenesí,
tu nombre tatuado con besos
causa del deseo que fuimos presos.
Y llegó la tregua, tu rostro en mi pecho,
y la niña traviesa quiso jugar,
la vida en tus manos, y yo satisfecho,
y otra vez de nuevo a empezar.
Águila Solitaria
Derechos de autor ®
Diga no al plagio
16/ Oct/ 2025
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Autor:
Águila Solitaria (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 16 de octubre de 2025 a las 22:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Santiago Alboherna, WandaAngel
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