JUAN, EL ESQUIZOFRÉNICO parte II (La tormenta perfecta)
Las semanas siguientes fueron un descenso lento hacia el desconcierto. Los medicamentos lo adormecían, y Juan decía que le robaban los sueños. En una de sus primeras crisis, su madre lo encontró en el jardín, hablando con las plantas. Decía que las hojas le revelaban secretos del pasado. Cuando ella intentó acercarse, él retrocedió, aterrado:
—¡No te acerques! —gritó—. ¡Tú no eres mi madre, tú eres la impostora!
Fue su primera acción esquizofrénica manifiesta, una ruptura entre la realidad y el delirio. A partir de ese día, el miedo se instaló definitivamente en casa. El padre lo vigilaba en silencio, la madre rezaba, y el joven flotaba en un limbo entre la lucidez y el extravío.
Los médicos ajustaron la medicación, combinaron antipsicóticos con terapia ocupacional. Le recomendaron escribir lo que sentía. Y así, Juan llenó cuadernos enteros con una mezcla de poesía, símbolos y frases rotas. Algunos textos eran bellos, otros oscuros; todos, profundamente extraños. Parecía que en su mente convivían dos mundos: uno real y otro apenas sostenido por hilos invisibles.
Los especialistas explicaron que, en su caso, varios factores habían convergido:
“Una predisposición genética evidente, pues había antecedentes familiares.
Un desequilibrio neuroquímico, posiblemente en la dopamina y el glutamato.
Complicaciones en el parto que afectaron el oxígeno cerebral.
Ambiente familiar estresante, con conflictos constantes y falta de contención.
Y finalmente, cambios hormonales propios de la adolescencia, que actuaron como desencadenante”
Todo eso formó la tormenta perfecta.
A los dieciocho años, Juan fue internado por primera vez. Su cuadro incluía delirios de persecución, alucinaciones auditivas y una profunda desconexión emocional. Los médicos explicaron a sus padres que el tratamiento sería largo y requeriría paciencia. Ana, con los ojos rojos, preguntó si su hijo volvería a ser el mismo.
—Será distinto —respondió el psiquiatra—, pero puede aprender a convivir con su mente. No se cura la esquizofrenia, se comprende.
Con los años, Juan aprendió a reconocer las voces, a distinguir lo real de lo imaginario. Su padre envejeció antes de tiempo. Su madre lo visitaba todos los días, llevando libros y frutas. A veces, en las tardes tranquilas del hospital, Juan tomaba un lápiz y dibujaba. Sus trazos ya no eran figuras sin rostro: ahora tenían ojos, y esos ojos miraban con ternura.
Decían que hablaba poco, pero cuando lo hacía, sus palabras eran como relámpagos:
—La mente es una casa con demasiadas puertas abiertas
—solía decir—. Y a veces, alguien entra sin avisar.
Diagnóstico inicial (según informe médico)
Paciente: Juan González, 17 años.
Presenta síntomas de desorganización del pensamiento, alteraciones perceptivas (alucinaciones auditivas), y pérdida de contacto con la realidad.
Antecedentes familiares positivos para trastornos psicóticos.
Complicaciones neonatales y factores ambientales estresantes.
Diagnóstico inicial: Trastorno esquizofrenoide (en observación para evolución a esquizofrenia paranoide).
Recomendaciones: tratamiento farmacológico antipsicótico, psicoterapia familiar, y seguimiento neuropsiquiátrico continuo.
Y así, entre medicinas, cuadernos y silencio, Juan siguió viviendo. A ratos lúcido, a ratos perdido, pero siempre con un resplandor extraño en los ojos: la chispa de quien camina en el filo entre la realidad y el sueño.
Porque tal vez, en el fondo, la esquizofrenia no era en él una condena, sino una manera distinta de mirar el mundo.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025.
-
Autor:
JUSTO ALDÚ (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 16 de octubre de 2025 a las 00:23
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 40
- Usuarios favoritos de este poema: Alma Eterna, alicia perez hernandez, Tommy Duque, LOURDES TARRATS, Lualpri, El Hombre de la Rosa, Nelaery, Alexandra I, Hernán J. Moreyra, Poesía Herética, Freddy Kalvo, MISHA lg, Paris Joel, JoseAn100, Mª Pilar Luna Calvo, WandaAngel, Carlos Baldelomar, Andiuz, Enrique Fl. Chaidez, David Arthur, ElidethAbreu, Javier Julián Enríquez

Offline)
Comentarios7
Me está describiendo, mi estimado poeta... No puede ser, jejejejej. Saludos y abrazos.
Gracias por la visita y comentario
Saludos
Increíble.. lo dice todo en la ficha.
Cuando las cosas deben darse, nada en el curso de los acontecimientos está fuera de lugar..
Espero el siguiente ..linda noche
Asi es, muchas gracias por tu visita y comentario.
Saludos
Querido Justo:
Estas palabras nacen como un gesto sencillo, pero sincero, para agradecerte la hondura y la ternura que atraviesan tu escritura. He leído tu texto con atención, y lo que encontré no fue solo una historia: fue un mapa emocional de la mente humana en sus momentos más vulnerables, y también más reveladores.
Juan, tu personaje, no es simplemente alguien que vive con un diagnóstico. Es, más bien, un cuerpo que respira lo que ocurre cuando la realidad se vuelve porosa, cuando la conciencia se llena de voces —unas claras, otras apenas susurradas desde los rincones más profundos del alma. En lugar de reducir la esquizofrenia a una etiqueta clínica, tú la elevas: le das una dignidad estética, simbólica, que rara vez se ve en la narrativa actual.
La forma en que entrelazas el informe médico con los gestos cotidianos —una madre que reza, un padre que envejece en silencio, un joven que dibuja ojos que parecen mirar más allá— genera una resonancia que es trágica, sí, pero también tierna. Incluso luminosa. En tu mundo narrativo, la locura no es un derrumbe: es una forma de ver. El delirio se convierte en una gramática distinta, un lenguaje que, aunque roto, revela verdades que la cordura suele esquivar.
La frase que le das a Juan —“La mente es una casa con demasiadas puertas abiertas”— no solo condensa su drama interior, sino que nos ofrece una imagen poderosa de lo que somos todos: habitantes de esa casa desbordada, expuestos a presencias que no siempre comprendemos. Y tú, al narrarlo, abriste otra puerta: la de una comprensión poética que va más allá de los diagnósticos.
No te felicito por retratar una enfermedad. Te celebro por haber escrito una elegía del desvío, una poética de la fragilidad y de la imaginación herida. Tu texto no solo conmueve: también nos confronta. Nos consuela, pero no nos adormece. Nos recuerda que, como Juan, a veces estamos demasiado cerca del borde.
Con profunda admiración, respeto, y gran halago
Una lectora tocada por tu mirada.
—Loudes
Has leído con una sensibilidad que no solo comprende el texto, sino también el silencio que lo sostiene. Me alegra que hayas percibido en Juan algo más que una historia clínica; que hayas visto, como bien dices, la poética de la fragilidad que intenté explorar desde la empatía, no desde la distancia.
Tu lectura es un espejo generoso: devuelve luz allí donde yo solo puse sombra y duda. Gracias por mirar con ternura lo que en el fondo es una búsqueda, una forma de entender cómo la mente humana se defiende, imagina y sobrevive.
Recibo tus palabras con gratitud y afecto sincero. Son, sin duda, uno de esos regalos que reafirman por qué vale la pena escribir.
Con aprecio y amistad,
JUSTO
Porque tal vez, en el fondo, la esquizofrenia no era en él una condena, sino una manera distinta de mirar el mundo.
Tal vez... tú lo has dicho, amigo Justo!
Gracias y buenas noches.
Como no, muchas gracias por tu lectura amigo Luis,
Saludos hasta Argentina.
Genial tu preciada y bien escrita prosa literaria estimado Panameño y amigo Justo Aldú
Saludos afectuosos desde España
El Hombre de la Rosa
Muchas gracias por tu lectura y comentario amigo Críspulo.
Saludos hasta Torrelavega,
¡Qué difícil de entender un caso de esquizofrenia!
Y, tambièn, difícil de tratar.
La persona “sobrevive “ con fármacos. Pero éstos no curan. Pueden adormecer la enfermedad,.
Aunque, en algunos momentos, sobresale tempestuosanente.
Es terrible para quien lo sufre y para su entorno.
Mi respeto para todos ellos.
Lo has descrito de forma admirable.
Muchas gracias por compartirnos tan detallado y tan informativo relato, Justo.
Saludos y un fraterno abrazo.
Gracias Nelaery, en mi trabajo anterior uno de los hermanos de mi jefe, era esquizofrénico. Totalmente inofensivo, pero cada vez que veía el uniforme blanco de mi hija que iba a buscarme se ponía como histérico y se tiraba entre los arbustos del frente de la compañía huyendo.
Lo que hice fue leerme toda la literatura que tenía sobre el tema y preguntar a mi hija sobre el mismo, a partir de ello ir construyendo el personaje y sus posibles actitudes. Lo demás es discurso narrativo.
Muchas gracias,
Saludos.
¡Excelente! Y, por si es útil para lo que reste y lo que venga, me gustaría conocer unos versos escritos por Juan en su estado esquizofrenoide, agregados a esto que me pareció genial: "—La mente es una casa con demasiadas puertas abiertas —solía decir—. Y a veces, alguien entra sin avisar".
Un abrazo fraterno mi estimado JUSTO ALDÚ.
Mmmmmm, me parece bien tu sugerencia y todo un reto para este servidor. Tendremos que incursionar entre papeles.
Muchas gracias Freddy por tu visita y comentario.
Saludos.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.