MI HERMOSA GATA CALICÓ

Un día de estos me voy a poner serio
puesto que ya se ha pasado de la raya
y no le voy a lanzar un improperio
la llevaré hasta la puerta y que se vaya.

En cuantito asoma el sol ella me llama
y deberé levantarme con premura
para saber el motivo por que clama
cuando el maullido se torna una tortura.

Aunque yo sé que no es agua ni comida
lo que pide, le aseguro que no es nada,
solo quiere molestar la muy jodida
o refirmar quien es quien en la manada.

Y ella se ve así, garbosa y soberana,
paseando muy oronda por mi casa
cual si fuese bella reina en la sabana.
(Muchas veces su actitud me sobrepasa).

No me agrada que se arroje en un rugido
sin ninguna compasión sobre mi panza
a la noche, cuando estoy medio dormido
rememorando mis tiempos de bonanza.

No me agrada que me ataque, traicionera,
por retaguardia mordiendo mis talones;
me desagrada que juegue a su manera
destrozando lo que escribo a mordiscones.

No obstante, me gusta cuando llega y salta
con total desfachatez hacia mis brazos,
un vistazo, un ronroneo si hace falta:
es la ternura queriendo estrechar lazos.

Resumiendo: yo la quiero y necesito.
En invierno, sobre todo, es mi frazada,
eso sí, amigas, amigos, yo lo admito,
entre mis pies se adormece acurrucada.

Derechos reservados por Ruben Maldonado.