Donde naufragan los silencios

Fuerza grandiosa del universo
que atrae todas las cosas…
No es solo tinta sobre papel:
es relámpago del alma,
río que desborda lo callado,
puente entre heridas y esperanzas,
canto que transforma el dolor en luz.
Con cada línea, alza ternura;
con cada verso, redime el mundo.

La pluma es constelación que guía,
raíz que abraza lo profundo.
Es fuego sin quemar
que enciende memorias dormidas.
Es viento que susurra verdades,
agua que limpia las heridas.
Oráculo de sombras,
traductora del abismo.
Lanza de luz contra el olvido,
bálsamo en el pecho del exilio.
Raíz que escribe la tierra,
constelación que borda el cielo.

Cada palabra, un conjuro;
cada verso, un umbral secreto.
No hay tinta sin alma,
ni alma sin memoria.
La pluma es testigo del tiempo,
guardiana de la historia.
Así escribe el alma su destino:
pluma como faro y camino.
Orilla donde naufragan los silencios,
templo donde se redimen los nombres.
Brújula de lo invisible,
trazo de luz sobre lo escondido.

No es solo tinta: es llama que respira,
memoria que enciende cada rasgo,
río que disuelve el viejo lazo
entre el dolor y el alma que delira.
Viento que en la sombra se retira
y vuelve como canto en dulce abrazo,
raíz que escribe amor en su regazo,
estrella que en la noche nos inspira.
La pluma es luz que guía lo perdido,
profeta de sueños y de historia,
bálsamo que redime lo vivido.
Así se alza su voz, sutil y eterna:
con cada verso, guarda la memoria;
con cada pulso, el mundo se gobierna.

Un instante,
la pluma tembló
y no supo si escribía
o era escrita.

El silencio,
como un dios menor,
se inclinó sobre la página.

Y entonces,
el trazo fue alma,
el papel, memoria,
y el mundo,
un secreto que por fin
decidía contarse

—L.T.