¡Sol!

Lluvia recogió en sus manos demasiada piel

Abrazó sus tersas nubes con cántaros de fe,

sobre sus noches frías bañó Eos amanecer

y el rocío de sus lloros le dio oro que comer.

Cayó el Ícaro entonces, sin alas que perder,

pero no se dio quejido, ni lágrimas de pez,

un pájaro cuenta: A su lado yo escuché

"Si ahora caigo, digo, es porque volé"

Dice ahora su padre, solo en su taller,

que bajo esos muros nada daña su querer,

que allí de su recuerdo vio esperanza amanecer 

y la cera de sus plumas le dio oro que comer.