Amé con fuerza que traspasaba mi pecho,
con un fuego que ardía en cada mirada,
en cada roce, en cada silencio compartido.
Fui tu refugio en la tormenta,
el hombro donde apoyarte cuando el mundo
se tornaba oscuro y cruel.
Pero amarte no era solo tenerte a mi lado,
era dejarte volar cuando tus alas pedían espacio,
cuando tu corazón necesitaba encontrarse a sí mismo.
Y en ese sacrificio profundo, descubrí
que el amor verdadero no ata, no reclama,
sino que suelta, incluso cuando duele,
incluso cuando arranca pedazos de mi alma.
Mi amor por ti es eterno,
pero no necesita tu regreso para existir.
Es un faro que ilumina lo que fuimos,
que guarda cada risa, cada lágrima, cada abrazo,
como un tesoro que nadie puede robar.
Te dejé ir, no porque deje de amarte,
sino porque tu libertad y tu sanación
valen más que mi deseo de tenerte.
Y aunque mis manos ahora están vacías,
mi corazón sigue lleno de ti,
con el amor que trasciende lo que los ojos pueden tocar,
lo que el tiempo puede borrar,
y lo que el mundo puede cambiar.
Aceptó por completo nuestro adiós definitivo
por más que amo, de tu presencia ya no vivo.
Puedo caminar con tu nombre en mi corazón
pero sin necesitar tener en el tuyo el mío.
No existen los milagros, esas palabras repito
Dios es mental y no hace milagros, eso afirmo
pero en las noches en las cuales el dolor respiro
le pido a Dios el milagro de tener tu detener,
y renacer en un día cualquiera,
en una mesa cualquiera,
con una música de fondo cualquiera,
con pendientes cualquiera,
pero con tus ojos,
puerta de mi puerta.
-
Autor:
Jared Rosado (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 15 de octubre de 2025 a las 01:47
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.