Frente a algo

Frente a algo me paro, sin nombre ni cara,
como un muro de aire, sin fin, sin entrada.
No sé si es un límite, un faro, un abismo,
si es parte del mundo… o parte de mí mismo.

Hay algo en su forma, que no se define,
que calla tan fuerte, que casi lastime.
Me mira sin ojos, me toca sin manos,
me mide el aliento, me cuenta los años.

Es algo, tan solo, tan simple, tan denso,
como una palabra sin tiempo en el verso.
Quizás sea un sueño que nunca soñé,
o el fin de un camino que nunca pisé.

Lo observo, me observa. Ninguno pregunta.
No hay diálogo claro, no hay voz que se apunte.
Solo el ruido sutil de lo que no existe,
y el peso sin forma que en el pecho insiste.

¿Será el universo, la muerte, el dolor?
¿Será una promesa, será un nuevo amor?
¿Será la certeza que nunca se alcanza?
¿Será la pregunta detrás de la danza?

Frente a algo me hallo, y el mundo se calla.
No hay trenes, ni mapas, ni viejas batallas.
No hay nombre que salve, ni historia que guíe,
no hay Dios que responda, ni miedo que huye.

Y yo, con mis dudas, mis fallas, mis partes,
me planto en la tierra sin huir hacia Marte.
Tal vez ese “algo” sea yo reflejado,
o solo el silencio que he postergado.

Me tiemblan los pasos, me arde el orgullo,
pero no me muevo, tampoco huyo.
Porque en ese algo tan vasto, tan frío,
siento que hay fuego, o al menos, rocío.

Quizás de enfrentarlo, yo mismo despierte,
quizás ese algo no sea la muerte.
Tal vez sea vida, pero sin disfraz,
tan pura, tan cruda, que asusta y da paz.

Frente a algo me encuentro, y todo se quiebra:
las formas, los nombres, la ley y la regla.
Y queda tan solo la piel y el intento,
la voz más interna, el último aliento.

Frente a algo respiro. Ya no soy quien fui.
Y aunque no lo entiendo… ya no quiero huir.