Una noche, el Surtán la encontró llorando junto a las flores marchitas del jardín.
Sus lágrimas cayeron sobre los pétalos secos, y, como por un milagro, las rosas revivieron.
El Surtán cayó de rodillas ante ella.
—Tú no eres una esclava —dijo con voz temblorosa—. Eres la bendición que el cielo me envió para sanar mi alma.
Desde entonces, nadie pudo ocultar más su amor.
El pueblo comenzó a murmurar sobre la joven de las manos suaves y la mirada que hacía florecer los campos.
La Reina Madre, celosa, intentó oponerse, pero el Sultán habló con una fuerza que hizo temblar el trono:
—No desafiaré más al destino. Ella será mi esposa.
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Autor:
starmoon (
Offline)
- Publicado: 12 de octubre de 2025 a las 02:19
- Categoría: Amor
- Lecturas: 2
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