Extraño la dualidad del hombre cuando dice morir por dentro, extraño los suspiros, la vida en las sombras, el batir de las alas de un zanate que anuncia el fin y a un ciego que predice grandeza.
Abro para el silencio un mar de lágrimas que transforme mis penas en armas y esas mismas dagas sean clavadas contra aquellos que no creyeron en mi, insensatos.
Espero que venga Cristo, manso, sordo, mudo, me tome en manos y crucifique frente al calvario
Yo pido que el olvido sea un recuerdo, que la voluntad de tantos corazones se alcé para formar una escalera y desafiar los límites del cielo, tocando espacio y ángel, ángel y espacio.
Tal vez me lleven al principio del cosmos donde la estrellas nacen, las novas se deshacen y los sueños (malditos) se funden en Lamentos de niños asesinados.
Y nombró te tribu, vesperal, imperio y mundo, que en mil lenguas quede marchito este amor por ti.
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Autor:
Carlos Nicaragua (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 11 de octubre de 2025 a las 21:58
- Categoría: Triste
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., alicia perez hernandez

Offline)
Comentarios1
El mundo nos exige demasiado, descansemos, leamos un poema.
Aquí hay esperanza, aquí mueren quienes nunca creyeron en nosotros.
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