«Kairós y la ola no esperan por nadie»
(Píndaro)
«Todo es hecho, José ––Dijo el Christos al de Arimatea antes de entrar en Jerusalem––. Ahora, he de ir a encontrarme con mi Kairós.»
«Vulnerant omnes, ultima necat »
«Las ideas, como las mujeres, si no las tomas en su momento, se pierden para siempre»
(Alberto Vázquez Figueroa)
LAS SAETAS DE CHRONOS
Los segundos cruzaban el cielo en formación , con su sempiterna emigración hacia poniente. Uno de ellos, acaso enfurecido por haber alterado su ritual con la mirada, efectuó un vuelo raso casi cortándole con sus afiladas alas al pasar cerca de su cara.
Por consecuencia de ello, lanzó una patada a una lata de cocacola que le estorbaba en el trayecto, dando un certero puntapié sobre el logo de la marca registrada, yendo ésta a parar lejos y contusa.
Su caminar era pausado; cual debe la armonía; e igualmente sus ademanes. Desde su perspectiva de existencia en un plano existencial ilusorio, interactuaba ante todo aquello que le era externo sólo cuando por sí mismo se proposicionaba, siendo ésta lo que fuese. Todo quedaba desprovisto de observación y, por lo tanto, de necesidad de significado y visualizaba el conjunto de lo absoluto en su plenitud molecular, atómica, energética… dando condición de proposición interviniente solamente al los enigmas enredados en las urdimbres del telar del destino: los designios que por instrucción divina van tejiendo las hilanderas y que, a la postrer, su fin es ser sudario del alma. En tal caso, se aplicaba a su desenlace con la maña y destreza con que se desenmaraña el sugestivo entramado de broches en las prendas de encaje tras las que se parapeta con férrea resistencia el acceso a los sinuosos senderos que conducen al deleite de la femineidad; debidamente proposicionada: por supuesto.
Surfeaba hábilmente sobre la cresta de Kairós.
––¿Me serviría usted una cerveza bien fresca, caballero? –– lanzó una mueca al barman cuando lo encaró en un discreto gesto de tácito saludo, estando éste atendiendo a unos clientes que ya se marchaban, mientras se acomodaba en su acostumbrada butaca estratégica.
Desde allí, oteó que la cafetería se encontraba en última hora de una entre semana prácticamente vacía: una pareja conversaba armoniosamente en una de las mesas del fondo frente a unas tazas de café. El hombre hacía girar entre los dedos la tapa de una botella de plástico que mantenía en la otra mano enroscando y desenroscándola consecutivamente mientras que su acompañante hablaba, pero dejaba de hacerlo cuando era él quien intervenía; y un señor en el otro extremo de la barra, por veces murmuraba comentarios ininteligibles y otras parecía que canturreaba alguna melodía barruntada desde lo recóndito de su extraviada memoria, concentrado en el vaivén de su baso medio vacío y, víctima de la agitación, los restos deshidratados de un hielo parecía pedir auxilio como un náufrago en sus últimos momentos.
La botella de cerveza llegó seguida de una copa escarchada y, tras ello, la mano extendida de Claudio, el barman, le invitó a un saludo que compartieron con efusividad. En el mismo instante salía de la cocina la camarera.
––Buenas noches, colita de caballo, néctar para mis sentidos ––la sorprendió.
La muchacha se acercó a la barra jubilosa alongándose al tiempo que él y besándose en ambas mejillas.
––¡Cariño! Cuánto tiempo… ¡Hum!… Por dónde andarás, picaflores ––le miró ceñuda.
––Realmente, no tanto –sonrió pícaro–: “lucero que conduces el carro de la luna”.
––Pues yo no te he visto en línea… ¿acaso me estás espiando?.
Su inquerencia fue retórica, pero él recogió el guante.
––Digamos, por matizar, que me cuesta quitarte los ojos de encima.–– Lapidó rotundo.
Se giró con brusquedad, cogió un paño del fregadero y lo sacudió fingiendo enfado, en tanto que esos coquetos contoneos la hacían a su parecer aún más interesante.
––¿Y qué tal se porta nuestra Afrodita últimamente? ––quiso saber Claudio, con aire un tanto paternalista, que andaba sumido en sus quehaceres.
––Bueno… –introdujo con perspicacia–, se deja querer; como diosa del amor que es; y mimar, y siempre halagadora con quien comenta o critica sus publicaciones con coherencia. Pero tal como Penélope se las ingenia para mantener a las puertas a los pretendientes. Y aún más prudente se muestra con los desconocidos –soltó una carcajada–. Ya que con mi nick no la puedo atacar porque, ya sabes: «te quiero como amigo»
––¡Ja! A ver si te crees que me vas a coger desprevenida, ángel o demonio o lo que seas.
Le replicó de espaldas, de puntillas y estirando el brazo para devolver la botella a la estantería con la que había vuelto a mediar el baso del delirante donde ahora la piedra de hielo resaltaba exultante. «Tú sí que eres la encarnación de la tentación», se guardó para su intimidad.
Hablaban en confianza. La pareja de la mesa ya se había ido dejando aquél allí la botella de plástico, en tanto que el señor de la barra, sin duda, estaba ausente.
(continuará)
-
Autor:
liocardo (
Offline)
- Publicado: 10 de octubre de 2025 a las 19:34
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
- Usuarios favoritos de este poema: mauro marte, Llaneza, Mauro Enrique Lopez Z., Mael Lorens, Nelaery, MISHA lg, _Incipiens_, JUSTO ALDÚ
Comentarios2
Empieza muy bien esta historia, Liocardo.
Nos dejas con la intriga.😎
Esperamos la siguiente parte.
Muchas gracias por compartirlo.
😘😘
ahí vamos, nery. La segunda parte está en línea. De a poquito, haciendo un ejercicio de tribulaciones de cuenteros.
Gracias por tu amable interés.
😘😘😘
Seguro que va a ser muy interesante.
La espero.
😘😘😘
muy interesante tu historia poeta
mmmm esperare al siguiente capitulo
gracias por compartir
Ya lo he dicho y lo sostengo,
que un poeta como yo,
desde el día en que te vio,
puso amor del abolengo.
Pues amarte es un deber
que ya el alma ha encomendado:
porque solo yo a tu lado,
quiero estar a ti, mujer.
besos besos
MISHA
lg
Va el siguiente, encantadora miga del alma.
Lindos versos acarician mi alma desde tu pluma a mi cardio.
Gracias, LG.
Pues amarte es un deber
que ya el alma ha encomendado:
porque solo yo a tu lado,
quiero estar a ti, mujer.
BssBss
Lio... sonrojado.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.