Olvido

Marvin Ramirez

Siete años. Siete años han transcurrido desde aquel último encuentro, desde el instante en que nuestras miradas se cruzaron por última vez. Cada amanecer y cada anochecer, la ausencia me oprime con el mismo peso, la misma intensidad que el primer día. El tiempo, lejos de aliviar, ha tallado un vacío que se profundiza con cada aliento.

 

La distancia, esa fuerza implacable, se agiganta día tras día, tejiendo una red invisible que nos separa. El abismo entre nosotros no solo es físico, sino que se ha convertido en una grieta emocional, un precipicio insalvable. El silencio, ese compañero inquebrantable, se cierne con cada segundo que pasa, volviéndose más denso y pesado, un eco constante de lo que ya no está. Las palabras se han desvanecido, los susurros se han ahogado en la inmensidad de este vacío, y solo queda el murmullo de la melancolía.

 

Con cada atardecer, la dolorosa certeza se asienta en mi corazón: llegará el día en que tu recuerdo de mí se desvanezca por completo. Un día en que mi nombre no resonará en tu memoria, ni mi rostro se dibujará en tus pensamientos, mucho menos el tono de mi voz. Quizás ese día ya ha llegado, quizás ya soy solo una sombra en tu pasado, y la posibilidad de volver a escuchar tu voz se ha diluido en el mar del olvido. La incertidumbre de este futuro, o de este presente, me consume, me roba la tranquilidad.

 

Una profunda tristeza me embarga, envolviendo cada fibra de mi ser, mientras el dolor, un fuego lento e implacable, me consume desde dentro. La realidad, cruda y desoladora, se presenta sin adornos, recordándome la irrevocable pérdida. Es una verdad amarga, difícil de tragar, que se repite en el eco de mis pensamientos y en la quietud de mis noches.

 

A pesar de la pesadumbre, solo me queda un camino: el de la gratitud. Gracias. Gracias por cada uno de los bellos momentos que compartimos, por cada risa, cada confidencia, cada instante de complicidad. Esos recuerdos, como joyas preciosas, brillan con una luz propia, dulces y agradables, un bálsamo para el alma herida. Aferrarme a ellos es mi único consuelo, la prueba tangible de que alguna vez fuimos y que, en esos instantes, la vida fue hermosa.

  • Autor: Loco De Amor (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 10 de octubre de 2025 a las 12:41
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 8
  • Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
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