El día que no llore

Antonio Campos Bustos

Ese día, el mundo se rompió en mi pecho y nadie lo notó.

Seguí caminando, como quien arrastra los restos de una casa sin techo.

El sol brillaba afuera, pero dentro llovía despacio, como si mis huesos supieran que no era momento aún para derrumbarse.

No lloré, no porque no doliera, sino porque si lo hacia temía no poder detenerme jamás.

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