Crecerán sobre mi tumba
las flores que te gustan,
como si mi cuerpo supiera
que aún te pertenece.
Busco a tu fantasma en mi vida,
no al que murió,
sino al que se fue
sin cerrar la puerta.
Un espectro de tu recuerdo
me visita en las madrugadas,
y yo le hablo como una loca a la nada,
imaginando que tú estás ahí,
porque creo en Dios y sé que estás ahí.
Hay mucho amor
en la tristeza que siento,
un amor que no se resigna,
que no se calla, que no se muere.
Y hasta pensar en matar
a la viuda con la que sales ahora
me suena como un insulto al
amor que te sigo teniendo.
No por odio,
sino por desesperación,
por este grito que no cabe
en ningún cuerpo.
Quiero verla agonizar
en sangre viva y roja,
como la pasión que
aún me quema,
como el dolor que no se disfraza.
Para mí no hay otra mujer
que pueda tenerte,
porque tú fuiste mi única religión.
Pero es tu decisión salir
con cualquiera, supongo.
Y yo, yo solo soy la tumba
que aún florece por ti.
Juro que el amor, cuando se pudre,
no muere: se transmuta en odio feroz,
un odio que no tiene nombre ni forma,
pero arde como un dios.
No te odio, y sin embargo,
algo en mí se quiebra cuando te pienso,
como si el alma se partiera entre
lo que fue y lo que no será.
No sé cómo explicar este incendio,
tan puro e impuro a la vez,
como agua bendita sobre carne herida,
como un beso que sangra en la piel.
Es una guerra sobre un cementerio,
donde los muertos ya sabían su destino,
y aún así, se entregaron con los brazos abiertos,
como yo me entregué a ti.
¡Amor mío! Te grito y te grito
desde debajo de la tierra que ahora habita tu viuda,
esa sombra que te abraza
sin saber que yo aún respiro.
Matame, si eso te da paz,
si eso te da olvido, porque vivir sin ti es morir sin ruido.
En mi tumba florecen nuestras memorias,
Me aferro al eco de tu sombra fugaz,
Amor mío, te grito desde la escoria de la palma de tu viuda,
No hay paz en este cuerpo sin papel ni sangre.
Un cementerio guarda lo que fuimos, somos pero no seremos,
En cada cruz se escribe lo que ardió y quemaste,
La muerte no me asusta… solo tú y lo que quedó.
Me besaste como si tu lengua conociera
la cartografía secreta de mi furia,
como si supiera dónde habita
la cólera silente que no se pronuncia.
Ardemos, cada uno, en la boca del otro,
como dos profecías que se contradicen,
como dos fuegos que se consumen
sin extinguirse.
¿Es la muerte una forma de vida
para quien ya ha muerto en el alma?
¿Es el fin un umbral o un espejo?
El diablo espía mis sueños,
y luego me contempla con ojos de duelo,
como si lamentara verte a ti en el cielo
y a mí en el infierno que él mismo diseñó.
Debería pensar qué me está ocurriendo,
pero estoy exhausta de pensarte,
de habitarte en cada rincón de mi mente
como una plegaria que no cesa.
Crezco y muero como las flores:
con belleza efímera,
con raíces que no saben a dónde pertenecen.
Porque de la tierra soy,
pero de ti me volví: materia transfigurada por el deseo,
arcilla moldeada por tu fuego.
Y no contaste como infierno
si me fascinaba cómo quemabas,
si tu incendio era mi templo,
si tu condena era mi redención.
Oh, amor mío…
Regresame al cementerio,
al lecho de sombras donde aún
te pertenezco, donde la muerte
no es final, sino morada de lo eterno.
Quiero seguir muerta en tus brazos,
como quien elige la tumba
por encima del olvido,
como quien halla en la quietud
el único refugio del deseo.
Quiero seguir ardiendo en tu infierno,
porque tu fuego es mi templo,
y aunque queme, es más sagrado
que este cielo sin ti.
Este cielo sin tu voz,
sin tu carne, sin tu condena,
ya no es nada si no arde por ti,
si no me consume en tu nombre,
si no me quiebra por amor.
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Autor:
Hora celeste (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 9 de octubre de 2025 a las 00:02
- Comentario del autor sobre el poema: Oh amor mío, entre tus rizos y el mar, yo me quiero ahogar, como quien se entrega a la belleza que asfixia, como quien elige la muerte por la dulzura del naufragio. Porque hay cuerpos que son laberintos sin salida, y el tuyo es templo y ruina, es altar donde me inmolo sin pedir salvación. Y si el amor es condena, que sea tu infierno mi cielo, que sea tu abrazo mi tumba, que sea tu nombre la última palabra que mi alma pronuncie antes de arder.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: Carlos Baldelomar, Lualpri, Josué Jaldin, Poesía Herética, **~EMYZAG~**
Comentarios1
Se nota tu sinceridad, bien ahí. Saludos y abrazos, mi estimada.
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