Fue llevada al palacio, donde los muros brillaban con oro y ecos de antiguas plegarias.
El Surtán la esperaba en el salón principal, rodeado de velas y espejos.
Cuando ella entró, descalza y en silencio, el tiempo pareció detenerse.
Él la miró y sintió algo que jamás había sentido en la guerra ni en la victoria: una paz desconocida.
Había visto muchas mujeres, pero ninguna con aquella dignidad serena.
En ese instante, su corazón —forjado en hierro y ley— se rindió.
—¿Cómo te llamas? —preguntó él.
—No tengo nombre, mi señor —respondió ella—. Me lo quitaron cuando me vendieron.
Y el Surtán bajó la mirada, avergonzado por un mundo que él mismo gobernaba.
Desde ese día, mandó que fuera cuidada, y en su pecho comenzó a nacer una llama distinta al poder: la llama del amor prohibido.
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Autor:
starmoon (
Offline)
- Publicado: 8 de octubre de 2025 a las 23:12
- Categoría: Amor
- Lecturas: 21
- Usuarios favoritos de este poema: Carlos Baldelomar, Mauro Enrique Lopez Z., Poesía Herética, Alma Eterna
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