Santuario bajo el agua

Tuve un sueño donde tenía todo lo que quería,
y aun así sentía el vacío de no tenerte.
Pensé que podía volar,
pero tus ojos —faros de dulzura— me anclaron al suelo,
y las cadenas que me jalaban al fondo
eran tus recuerdos envolviendo mi alma.

Si perdiese la lucidez de mis pensamientos,
no te culparía,
porque eres la razón que los confunde
y la calma que les da sentido.
Te vi junto a mí, bajo el agua,
intentando alcanzarme en la oscuridad,
y cuando desperté,
la luna aún dictaba tu nombre en mis labios.

Nada me desesperaría,
nadie más me importaría,
porque eres la melodía
que da vida a mis silencios rotos.
Intenté gritarte,
pero solo salían burbujas de nostalgia.

Entre tus brazos me pregunto
si fuiste tú quien me regaló con tu presencia
lo que jamás me atreví a pedir.
Y aunque seas un poquito terca,
quiero vivir mis días a tu lado,
porque en ti la pesadilla se hace sueño,
y el sueño se convierte en destino.

Tus ojos iluminan mi sendero,
como el reflejo del cielo en un charco tras la tormenta.
Embriagado con tu voz,
tan adictiva como la droga del amor,
me hundo en tus palabras
como quien se lanza al abismo solo para sentirse volar.

Dime, ¿la luna se esconde en tu mirada?
Porque cuando la busco,
siempre la encuentro en ti.
Mi corazón, que nunca te olvida,
susurra tu nombre en silencio,
y la noche —mi eterna confidente—
me dicta versos para colmarte de felicidades que no alcanzo.

Volví al punto de partida,
ya cambiado,
mirando por donde llegué
y sonriendo ante la hermosa vista de tu recuerdo.
Ojalá supieras lo que daría
por hallar la manera de olvidarte,
aunque sé que no podría:
me tienes preso de tu encanto,
enjaulado entre tus besos y mis culpas.

A veces me hiere verte y no tenerte,
otras, me mata soñarte y despertar sin ti.
Tu sonrisa me persigue como un destino,
como una muerte dulce y necesaria.

¿Lo harías otra vez?
¿Ser mi escudo, mis letras, mi espada,
y ayudarme a ponerme mi corona de espinas?
Devuélveme la paz de mis días,
mi tristeza,
o déjame dormir otra vez en el sueño
donde aún podía volar
y tú eras el cielo.