Un sino se cuece,
Entre un criado,
Y una princesa,
En un longevo castillo,
Un criado,
Trabajando entre aristócratas,
Y realeza,
Muchos servicios, prestaba,
En uno de ellos,
A la princesa,
Tuvo el honor de acompañarla,
A caballo por un bosque,
Tranquilos iban,
Parando en un rio,
Hablando por el camino ambos,
Curiosidades, el criado tenia,
Y en un momento,
Que la guardia,
Estaba descansando,
Conversaba nuevamente,
Con la princesa,
Hablando de muchos,
Y variados temas,
Tan bien le cayo,
A la princesa,
Que un amigo hayo,
El criado desde ese momento,
Donde ella iba,
Él, le acompañaba,
Día a día,
Hablaban dentro,
Y fuera del castillo,
Todo iba normal,
En una de las salidas,
El criado, paso a ser soldado,
Y a su lado estaba,
Parando en el mismo lugar,
Que la princesa elegía,
Hasta que unas de esas veces,
Un oso enorme,
Agrede a la guardia,
Y el soldado,
Haciendo alarde de lo aprendido,
Se enfrento a él,
Recibiendo lesiones,
De las garras procedentes,
Aun herido,
Al oso venció,
Atravesado por su espada,
Al tremendo animal,
Dándole muerte,
Protegiendo a la princesa,
Ayudo a la guardia,
Al caballo a subir,
Aun conscientes,
Pero heridos,
Y después cargando,
Al oso muerto,
Al trote al castillo,
Se dirigió,
Ya en el castillo,
Los guardias,
Fueron atendidos,
Y tras dejar a la princesa,
Con seguridad,
En el suelo se desplomo,
La carne del oso,
Bien aprovechada fue,
Muchas familias se surtieron,
Y la piel,
En los salones reales apareció,
Como alfombra.
El acompañante de la princesa,
Tras varios días,
De inconciencia,
Despertó,
No recordando que le paso,
Al intentar incorporarse,
Dolores noto,
Y muchos vendajes,
Tenía,
La princesa,
Estaba allí,
A mi cuidado,
Al verme despertar,
Se alegro,
Con un abrazo,
Me recibió,
Todo me dolía,
El comunicado,
Fue elevado a los reyes,
Personándose con rapidez,
Dándome las gracias,
Por salvar,
La vida de su hija,
Y sus compañeros,
También,
Le atendió el médico real,
Fue una heroicidad,
Que casi culmino,
Y con mi vida termino,
Suerte tuve,
Y nací otra vez.
La princesa,
No le abandono,
Pasaron los días,
Y caballero fui nombrado,
Y al cargo de una hueste,
Me fue adjudicada.
Siempre con la princesa,
A sus servicios iba,
Enfrentamientos tuvimos,
Con animales,
Y malvados enemigos,
Victoriosos salimos,
Y la princesa,
Sana y salva,
A casa volvió.
Llego el día de la princesa,
Príncipe debía elegir,
Para con él, desposarse,
Muchos pretendientes vinieron,
Ninguno le gusto,
Sus ojos centrados estaban,
En el capitán
Que le acompañaba,
Y que a la hueste comandaba.
El rey y la reina,
No querían,
Pero un milagro ocurrió,
Resulto ser que capitán,
Según su apellido,
Era un príncipe,
Sin saberlo,
Una sorpresa fue,
Y los reyes se alegraron,
Era hijo de una criada,
Con un rey,
De alta montaña,
Tras enterarse su majestad,
Al capitán, llamó,
Y en presencia de la princesa,
Le información recibida,
Le comunicó,
El nuevo príncipe,
Recién notificado,
Sin palabras,
Se quedo,
Tras recuperarse,
El Rey
La mano de hija,
Le ofreció,
Y honrado acepto,
Tras confirmar,
El sí, de la princesa,
Las nupcias,
Pronto llegaron,
En un hermoso,
Y bello jardín,
Repleto de realeza,
Y otros invitados,
Incluidos la familia del príncipe,
La boda se celebró,
Y unidos en matrimonio,
Quedaron.
Pasados los años,
Ambos reinaron,
Uniendo las altas montañas,
Con el reino actual,
Con sabiduría y poder,
Resolviendo problemas,
Justamente,
Y con los plebeyos,
Contentos.
Los eméritos,
Al abdicar, el reino entrego,
Para retirarse a un palacete,
Que tranquilo,
Estaba entre montañas,
Y un lago,
Junto con una hueste,
Pequeña,
Para su protección,
Hasta que fallecieron,
Y un entierro real,
Tuvieron,
Disfrutando antes de su muerte,
De sus nietos,
Y casualmente una nieta,
Dios les dio vida,
Hasta que los vieron crecer,
Y sus tropas mandar,
El reino invencible fue,
Y actualmente,
Reinan sabiamente,
Y justamente,
Y los hijos e hijas,
Con otro príncipe,
Y princesas,
En otros reinos gobernaban,
Reinando en paz,
Y tranquilidad.
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Autor:
Adoradom (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 5 de octubre de 2025 a las 10:23
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.

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