En lo íntimo de un sueño

Baratza 02

 

... Y llevabas el horizonte
bajo tus pies de porcelana,
más allá de la vanidad del cuerpo,
allí donde moran los ángeles,
en un umbral de nubes deshilachadas.
Ibas cabalgando con las uñas
bruñidas de plata estelar,
envuelta en la veste nívea del sol,
con remansos de estrellas
que la luna orló, sutil,
sobre tu cabecita luminosa,
un farol de sueños líquidos.

Parecías un ser traslúcido,
de diáfana belleza, 
un soplo de cristal que danza
entre los pliegues del crepúsculo.
A riendas, llevabas el decoro,
la solemnidad de una deidad sin nombre,
cuya sombra se disuelve en ecos de eternidad.
Ni Acuario, en su galanteo celeste,
fue tan radiante como tu presencia,
ni su néctar tan dulce
como la palabra que pronuncias,
un murmullo que retumba en los cielos,
tejiendo constelaciones al verte pasar.

Que la mirra y el sándalo,
en tu áureo solio de nácar y bruma,
aromen mis respetos,
el profundo cariño que te profeso,
como un río que fluye hacia el abismo del alba.
Seas siempre vestal,
mi oráculo de luz y sombra,
mi quimera de ópalo y viento,
que danza en el borde del mundo,
donde los cometas susurran secretos
y el tiempo se quiebra en tus manos.

Oh, criatura de espuma y relámpago,
tu paso despierta los mares dormidos,
y en tu mirada se refleja
un firmamento que no conoce ocaso.
Que los astros tejan guirnaldas
para coronar tu frente de aurora,
y que el universo, rendido,
se postre ante tu silueta efímera,
eterna en su frágil resplandor.

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