Yo pude ver
la tarde, en la montaña,
irse a dormir.
Y disfruté
del cielo y sus colores
encantadores.
¡Qué bello embrujo
llegó hasta mis pupilas
con tanta magia!
Quedé cegado,
igual que lo fue Saulo,
y suspiré.
Era sublime
la música, sin nombre,
de aquel adagio.
Porque, pensé,
en dedos y batutas
que dirigían.
¿Quién era autor
del cuadro tan sublime
que daba el cielo?
"Tú bien lo sabes",
me dijo en un susurro,
la Voz amada.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/09/25
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Autor:
Pyck05 (
Offline)
- Publicado: 3 de octubre de 2025 a las 13:40
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 6
- Usuarios favoritos de este poema: Nelaery, Raymundo Flores Avendańo, Antonio Pais, alicia perez hernandez
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