Capítulo I – El descubrimiento
Él gritó al verla regresar con la sonrisa intacta:
—¿De dónde vienes? ¿Por qué hueles a otro aire?
Ella no tembló, ni bajó la mirada.
—De donde ya no existes tú,
donde mi cuerpo vuelve a latir.
El amante lo recuerda en silencio:
"No se disculpó, porque nada debe,
porque no me roba, simplemente me busca.
Tú la descubriste, sí,
pero lo que no entiendes
es que conmigo se encontró a ella misma."
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Capítulo II – La explicación
Él insiste con rabia:
—¡Me engañaste! ¡Eres una cualquiera!
Ella, con voz de acero:
—Me engañé primero contigo,
con tu rutina de gritos,
con tu beso vacío,
con tu espalda siempre lejana.
El amante la defiende en sus pensamientos:
"Mientras tú le gritabas,
yo la hacía gritar.
Tú le dabas la espalda,
yo se la acaricié.
Tú la llamaste loca,
yo la volví loca… pero de placer."
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Capítulo III – El deseo confesado
Una noche ella susurra en la penumbra:
—Con él duermo sin sueño,
pero contigo no cierro los ojos,
porque no quiero perderme un segundo.
Él, el amante, responde con crudeza:
—Aquí no vienes a obedecer,
vienes a desatarte.
Aquí no eres “la esposa”,
eres la mujer que muerde,
la que gime,
la que me arranca el aire.
Y ella gime entre sus palabras:
—Hazme olvidar que aún tengo dueño,
hazme sentir que soy libre en tu cuerpo.
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Capítulo IV – La rabia del esposo
El esposo insiste, con dolor envenenado:
—¡Te di mi nombre, mi casa, mi lecho!
Ella lo fulmina con los ojos:
—Me diste tu indiferencia,
me dejaste sola,
me besaste sin ganas,
me tocaste sin alma.
Y el amante se mete, directo,
ya sin miedo al enfrentarlo:
—Lo que tú hiciste a fuerza,
ella me lo da con furia.
Lo que tú apagaste,
yo lo incendié hasta quemarla.
¿Quieres entenderlo?
Aquí no hay obligación:
a mí me suplica,
contigo suplicaba que no.
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Capítulo V – El regreso del brillo
Ella frente al espejo se descubre distinta:
—Mis ojos vuelven a brillar,
ya no soy la sombra de antes.
Él me devolvió la risa,
la piel erizada,
la sangre hirviendo.
El esposo no lo soporta:
—¿Qué tiene él que no tenga yo?
Ella lo sentencia sin temblar:
—Contigo sobrevivo,
con él me divierto.
Contigo soy estatua,
con él, incendio.
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Capítulo VI – La verdad desnuda
El amante le susurra mientras la tiene entre sus brazos:
—¿Te queda claro, o sigues confundido?
Ella ya no duda:
—Él tiene mi cuerpo en papeles,
pero tú tienes mi verdad en la piel.
El esposo observa desde su ruina:
—¿Y qué de tu corazón?
Ella cierra los ojos y confiesa:
—Lo perdí,
se lo di a quien me acaricia,
a quien me escucha,
a quien me mata y me revive en la misma noche.
Y el amante la reclama como suya:
—Ella tiene mis datos,
mis secretos, mi corazón.
Y aunque regrese a tu cama al amanecer,
cuando caiga la noche
volverá a mí,
volverá a perderse,
volverá a gritar…
pero de placer.
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Autor:
Luis de leon (
Offline)
- Publicado: 3 de octubre de 2025 a las 01:26
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais
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