Hormonas en revolución

Erika Castillo

A ti, a mí, a esa, a aquella,
a todas las que llevan dentro esa centella.
Sí, esas hormonas que nos hacen intensas,
que nos pasean del frío al calor sin defensas.

Esas benditas y malvadas que nos definen femeninas,
delicadas, hermosas, cálidas y divinas.
Llenas de lujuria, de ternura encimosa,
y algunas veces, sí, también llorosas.

Hay días que las domamos con temple y razón,
y otros en que ellas nos llevan sin compasión.
No se afanen, ni se culpen y no se preocupen,

sí están distorsionadas, ocúpense.

No se dejen calificar ni minimizar,
porque llevar esto es resistir y transformar.
Es de valientes, de luchadoras ardientes,
de resilientes que brillan entre corrientes.

Las cargamos alteradas todo el mes,
por más años que la mitad de nuestra vejez.
Y no, no somos cifras ni estadísticas,
somos fuerza, somos alma, somos místicas.

No nos definen frases hechas ni palabras vacías,
somos poderosas, frágiles, sabias, atrevidas.
Parecemos una tómbola, girando sin cesar,
un ciclo de 28 días para volver a comenzar,

¡No creo que existan muchos que lo puedan soportar!

No somos tan diferentes, tal vez distintas,
pero jamás extraterrestres ni fantasmas sin pistas.
No somos misterio sin nombre ni sombra silente,
somos fuego, somos agua, somos sal resistente.

Felicitaciones a todas ustedes,
que las hormonas no nos manden,
sino que nos liberen.
Porque nadie debe juzgarnos
por el hecho de ser mujeres.

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