Primer Insurrecto

En terreno sepulcral y sombrío,
donde el silencio eterno se quebranta,
alzóse el primer grito desafío
que a los vivientes súbito espanta.

No es la pestilencia apocalíptica
que los modernos vates vaticinaron,
ni la horda famélica y crítica
que en sus delirios necios imaginaron.

¡Mas ay! ¡Qué nueva estirpe se levanta
con ánima serena y entendida!
¡Qué hueste de difuntos se adelanta
reclamando su parte en esta vida!

Yo, primogénito de tal linaje,
que del húmedo lecho me incorporo,
siento en mis miembros lívidos el ultraje
del tiempo que mi carne hizo desdoro.

¿Por qué he de vivir si ellos se espantan?
¡Porque la vida es mía por derecho!
¡Porque sus gritos cobardes no me aplastan
ni doblegan mi altivo y yerto pecho!

Que tiemblen si les place, que se escondan
en sus casas de cálida ventura,
yo caminaré donde ellos no se adentran
con mi séquito de la sepultura.

Mis hermanos despiertan uno a uno,
cada tumba que se abre es una voz,
somos legión de muertos importuno
que reclama justicia ante su Dios.

¡Hermana mía, que del mármol sales!
¡Hermano, que tu losa has quebrantado!
¡Venid a mí, espíritus iguales,
que juntos formaremos el senado!

No somos bestias, somos la conciencia
que la muerte no pudo sepultar,
somos la eterna, noble resistencia
contra quien nos quiso silenciar.

Los vivos creen que el mundo les pertenece,
que solo ellos merecen el mañana,
mas nuestra grey también se fortalece
y nuestra causa no será vana.

¡Aquí no he de yacer en podredumbre!
¡Aquí no callaré mi testimonio!
¡Que el muerto rompa ya su mansedumbre
y reclame su justo patrimonio!

Mucho me resta aún por proferir,
demasiado, mucho como para atarme,
mucho por amar, mucho por sentir,
¡y nadie, nadie puede arrebatarme!