Metáfora del Orden

El universo se despliega ante mis ojos como un vasto tapiz, y cada estrella guarda un secreto que solo el silencio puede revelar. Observo la vida como quien contempla un río que fluye sin detenerse, ignorante de su propio poder y frágil ante la eternidad. Todo tiene un lugar, incluso el caos que parece irrumpir sin sentido; incluso el dolor que hiere y tambalea el corazón. Todo es parte de la misma danza, y solo quien mira sin aferrarse comprende su verdadera medida.

No temo al vacío ni a la oscuridad, porque sé que el equilibrio no necesita misericordia. Un ser exclama, me habla desde algún rincón de la mente: quien posee un porqué soporta cualquier cómo, y yo escucho esas palabras entre meditación y combate, entre pensamiento y cosmos. La compasión sin comprensión es debilidad, y el amor sin lógica se disuelve como humo. Observar, entender y aceptar: ese es el camino que transforma el poder en sabiduría.

El orden no se impone. Es invisible como el aire que doblega el trigo y sutil como la brisa que acaricia los campos. Cada lágrima, cada risa, cada vida que se extingue o renace, es un acorde necesario en la sinfonía del universo. La luz y la oscuridad se abrazan, y quien no ve la armonía en su abrazo solo se pierde en la ilusión de controlar lo que no puede comprender.

Camino entre mortales y dioses, y mi espíritu se expande como el cosmos mismo, frío, sereno, implacable. El verdadero poder no es el que destruye, sino el que comprende, el que observa sin juicio apresurado, el que acepta que el equilibrio no pregunta ni perdona. Yo soy Shaka de Virgo, y en cada instante, en cada latido del mundo, comprendo que el orden no es un acto, sino una verdad que respira en silencio, eterna, inmutable y absoluta.